La Antártida, ese sexto continente en el que se halla el Polo Sur, es uno de los últimos reductos de lo desconocido que le quedan al planeta Tierra. Con 14 millones de kilómetros cuadrados (casi el doble que Australia), representa el 9% de las tierras emergidas.
El continente antártico alberga el 80% del agua dulce del planeta, así como vastas cantidades de carbón, hierro, oro, uranio, petróleo y otros minerales. ¿Quién o quiénes son los afortunados dueños de una tierra tan rica en recursos? A día de hoy, no está nada claro.
Hay varios factores que han retrasado la toma de posesión de este territorio en un mundo en el que la avaricia y la expansión son normas principales. En primer lugar está la propia naturaleza del terreno, que limita la flora y la fauna a las islas y a las zonas costeras. La Antártida es el continente más más frío y elevado de la Tierra con un altitud media de 2.000 metros sobre el nivel del mar gracias a la gruesa capa de hielo que cubre su suelo. Una zona contaminada debido al agujero de la capa de ozono termina de perfilar la hostilidad del sexto continente.
No es factible la explotación minera en una zona con tales condiciones, y además existe una normativa internacional que prohibe esta actividad hasta el año 2040. Se trata del Tratado Antártico, del que hablaremos más adelante. Centrémonos ahora en abordar la breve historia que relaciona al ser humano con este continente.
Antártida, la última 'terra incognita'
El continente antártico, nombre que procede del griego y que significa "lo opuesto al Ártico", no cuenta con una población nativa originaria. En su día albergó muchas más especies animales y vegetales que hoy, pero ni el Homo sapiens ni ninguno de sus antecesores homínidos puso un pie en este territorio.
A pesar de ello, es curioso que en las civilizaciones clásicas siempre hubo quien consideraba que debía existir una gran masa de tierra al sur del planeta para compensar las vastas extensiones de tierras emergidas que se hallan al norte del globo.
Con el paso de los siglos y el descubrimiento de América, los navegantes más osados bordearon África y Sudamérica por el extremo más austral. Vieron más extensiones de océano al sur de dichos continentes, pero las gélidas temperaturas les disuadieron de adentrarse en ellas.
Los primeros avistamientos documentados de la Antártida datan del siglo XVII. En el año 1603, tres navíos españoles comandados por Gabriel de Castilla patrullaban el sur de Chile con la intención de reprimir las incursiones de corsarios holandeses. Una fuerte tormenta obligó al almirante español a salirse de la ruta y adentrarse a una latitud nunca antes alcanzada.
Un relato de Laurenz Calesz, un marinero precisamente holandés que formaba parte de la tripulación de uno de estos buques, declara lo siguiente:
Lo que probablemente vieron los marineros del galeón de Gabriel de Castilla fue el archipiélago hoy conocido como Shetland del Sur. Otros testimonios posteriores confirman avistamientos de islas en la zona antártica, aunque la veracidad de estos relatos no es aceptada por toda la comunidad científica.
Sea como fuere, a finales del siglo XVIII el gobierno británico le encomendó al famoso Capitán Cook la misión de hallar tierra al sur del paralelo 64. Irónicamente, el navegante inglés atravesó el Círculo Polar Antártico, rodeando el continente pero sin poder acercarse lo suficiente como para avistarlo debido a las barreras de hielo. Después de su expedición, Cook afirmó que no había tierra al sur de África, Sudamérica y Austrlia, y de existir sería inaccesible y tendría unas condiciones climáticas que impedirían su explotación económica y colonización.
Cincuenta años transcurrirían hasta que efectivamente el ser humano avistó el continente antártico en sí y no sólo las islas que lo rodean. A lo largo de 1820 hubo tres exploradores marítimos que dieron con las tierras continentales: Fabian von Bellingshausen, de la Armada Imperial Rusa; Edward Bransfield, de la Armada Británica; y Nathaniel Palmer, un cazador de focas estadounidense.
Diversos intentos por desembarcar en la Antártida, muchos de ellos fallidos, se sucedieron en las décadas posteriores. La pugna de Scott y Amundsen por alcanzar el Polo Sur en 1910 dieron más fama al desconocido continente, y con el tiempo las grandes potencias mundiales y los países cercanos se dedicaron a husmear en él.
Estados Unidos realizó pruebas militares para entrenar a sus tropas ante una eventual guerra en el Ártico, mientras que Argentina y el Reino Unido intercambiaron más que palabras. Surgieron tensiones diplomáticas entre algunos estados que desembocaron en el Tratado Antártico de 1959, el cual sigue vigente hasta hoy.
El Tratado Antártico
El convenio que regiría la Antártida fue en principio firmado por Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Estados Unidos, Francia, Japón, Noruega, Nueva Zelanda, Reino Unido, Sudáfrica y la URSS. El tratado dejaba la puerta abierta a cualquier otro miembro de la ONU, y con los años el número de signatarios ha crecido hasta el medio centenar, 28 de los cuales son declarados miembros consultivos y los otros 22 miembros adherentes, sin derecho a voto.
El Tratado Antártico regula las relaciones internacionales en lo tocante al continente helado. Por una parte ofrece medidas de protección al medio ambiente, prohibiéndose actividades tales como la minería, las explosiones nucleares o la eliminación de desechos radioactivos. Por otra parte, las bases científicas que se establezcan deberán recibir la visita de observadores, prohibiéndose cualquier tipo de uso militar. Finalmente, la cuestión del reparto de territorio queda en suspense.
Este último punto es de vital importancia, dado que hay reivindicaciones de muchos países que alegan derechos de cercanía geográfica, de descubrimiento o de ocupación continuada. Hay estados que tienen claro qué zonas desean incorporar a su soberanía, pero hay otros que simplemente se han reservado el derecho de reclamaciones futuras, por lo que las discusiones en el futuro parecen ser inevitables. La propuesta de Greenpeace de declarar a la Antártida como un parque mundial fue desestimada.
La Antártida de hoy
El continente antártico alberga el 80% del agua dulce del planeta, así como vastas cantidades de carbón, hierro, oro, uranio, petróleo y otros minerales. ¿Quién o quiénes son los afortunados dueños de una tierra tan rica en recursos? A día de hoy, no está nada claro.
La Antártida vista desde el espacio. |
Hay varios factores que han retrasado la toma de posesión de este territorio en un mundo en el que la avaricia y la expansión son normas principales. En primer lugar está la propia naturaleza del terreno, que limita la flora y la fauna a las islas y a las zonas costeras. La Antártida es el continente más más frío y elevado de la Tierra con un altitud media de 2.000 metros sobre el nivel del mar gracias a la gruesa capa de hielo que cubre su suelo. Una zona contaminada debido al agujero de la capa de ozono termina de perfilar la hostilidad del sexto continente.
No es factible la explotación minera en una zona con tales condiciones, y además existe una normativa internacional que prohibe esta actividad hasta el año 2040. Se trata del Tratado Antártico, del que hablaremos más adelante. Centrémonos ahora en abordar la breve historia que relaciona al ser humano con este continente.
Antártida, la última 'terra incognita'
El continente antártico, nombre que procede del griego y que significa "lo opuesto al Ártico", no cuenta con una población nativa originaria. En su día albergó muchas más especies animales y vegetales que hoy, pero ni el Homo sapiens ni ninguno de sus antecesores homínidos puso un pie en este territorio.
A pesar de ello, es curioso que en las civilizaciones clásicas siempre hubo quien consideraba que debía existir una gran masa de tierra al sur del planeta para compensar las vastas extensiones de tierras emergidas que se hallan al norte del globo.
Mapamundi de 1570 en el que se 'predice' una vasta masa de tierra al sur del planeta. |
Con el paso de los siglos y el descubrimiento de América, los navegantes más osados bordearon África y Sudamérica por el extremo más austral. Vieron más extensiones de océano al sur de dichos continentes, pero las gélidas temperaturas les disuadieron de adentrarse en ellas.
Los primeros avistamientos documentados de la Antártida datan del siglo XVII. En el año 1603, tres navíos españoles comandados por Gabriel de Castilla patrullaban el sur de Chile con la intención de reprimir las incursiones de corsarios holandeses. Una fuerte tormenta obligó al almirante español a salirse de la ruta y adentrarse a una latitud nunca antes alcanzada.
Un relato de Laurenz Calesz, un marinero precisamente holandés que formaba parte de la tripulación de uno de estos buques, declara lo siguiente:
"[...] navegado bajo el almirante don Gabriel de Castilla con tres barcos a lo largo de las costas de Chile hacia Valparaíso, y desde allí hacia el estrecho, en el año 1603; y estuvo en marzo en los 64 grados y allí tuvieron mucha nieve. En el siguiente mes de abril regresaron de nuevo a las costas de Chile."
Lo que probablemente vieron los marineros del galeón de Gabriel de Castilla fue el archipiélago hoy conocido como Shetland del Sur. Otros testimonios posteriores confirman avistamientos de islas en la zona antártica, aunque la veracidad de estos relatos no es aceptada por toda la comunidad científica.
Travesía del Capitán Cook en su búsqueda de tierra. |
Sea como fuere, a finales del siglo XVIII el gobierno británico le encomendó al famoso Capitán Cook la misión de hallar tierra al sur del paralelo 64. Irónicamente, el navegante inglés atravesó el Círculo Polar Antártico, rodeando el continente pero sin poder acercarse lo suficiente como para avistarlo debido a las barreras de hielo. Después de su expedición, Cook afirmó que no había tierra al sur de África, Sudamérica y Austrlia, y de existir sería inaccesible y tendría unas condiciones climáticas que impedirían su explotación económica y colonización.
Cincuenta años transcurrirían hasta que efectivamente el ser humano avistó el continente antártico en sí y no sólo las islas que lo rodean. A lo largo de 1820 hubo tres exploradores marítimos que dieron con las tierras continentales: Fabian von Bellingshausen, de la Armada Imperial Rusa; Edward Bransfield, de la Armada Británica; y Nathaniel Palmer, un cazador de focas estadounidense.
Diversos intentos por desembarcar en la Antártida, muchos de ellos fallidos, se sucedieron en las décadas posteriores. La pugna de Scott y Amundsen por alcanzar el Polo Sur en 1910 dieron más fama al desconocido continente, y con el tiempo las grandes potencias mundiales y los países cercanos se dedicaron a husmear en él.
Estados Unidos realizó pruebas militares para entrenar a sus tropas ante una eventual guerra en el Ártico, mientras que Argentina y el Reino Unido intercambiaron más que palabras. Surgieron tensiones diplomáticas entre algunos estados que desembocaron en el Tratado Antártico de 1959, el cual sigue vigente hasta hoy.
El Tratado Antártico
El convenio que regiría la Antártida fue en principio firmado por Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Estados Unidos, Francia, Japón, Noruega, Nueva Zelanda, Reino Unido, Sudáfrica y la URSS. El tratado dejaba la puerta abierta a cualquier otro miembro de la ONU, y con los años el número de signatarios ha crecido hasta el medio centenar, 28 de los cuales son declarados miembros consultivos y los otros 22 miembros adherentes, sin derecho a voto.
El Tratado Antártico regula las relaciones internacionales en lo tocante al continente helado. Por una parte ofrece medidas de protección al medio ambiente, prohibiéndose actividades tales como la minería, las explosiones nucleares o la eliminación de desechos radioactivos. Por otra parte, las bases científicas que se establezcan deberán recibir la visita de observadores, prohibiéndose cualquier tipo de uso militar. Finalmente, la cuestión del reparto de territorio queda en suspense.
Las tierras reclamadas hasta el momento. |
Este último punto es de vital importancia, dado que hay reivindicaciones de muchos países que alegan derechos de cercanía geográfica, de descubrimiento o de ocupación continuada. Hay estados que tienen claro qué zonas desean incorporar a su soberanía, pero hay otros que simplemente se han reservado el derecho de reclamaciones futuras, por lo que las discusiones en el futuro parecen ser inevitables. La propuesta de Greenpeace de declarar a la Antártida como un parque mundial fue desestimada.
La Antártida de hoy
El continente helado da cobijo hoy a unos mil habitantes temporales en invierno, cifra que se multiplica en verano. Estas personas se alojan en un centenar de bases para la investigación científica pertenecientes a un total de 26 países. Junto a la ciencia, las otras actividades permitidas (aunque estrictamente limitadas) son la pesca y el turismo.
Si bien en la actualidad es un territorio prácticamente ignorado, con el paso de los años representará un ineludible conflicto de intereses. Hasta entonces, la Antártida seguirá figurando en los mapas con un aséptico color blanco.
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