Hubo un tiempo en el que los empleados de las tabernas eran las personas mejor informadas de todo cuanto sucedía en los alrededores. Todos los rumores pasaban por estos establecimientos, y algunas de las escenas más insólitas tenían lugar en ellos.
Muchos años han pasado desde entonces, pero el degradante comportamiento de los humanos no ha progresado al compás de los tiempos. No es de extrañar, pues, que uno de mis vasallos llamado Ruperta me haga llegar el sorprendente testimonio que describiré a continuación.
Ruperta, que tiene a bien hacer la calle por la noche para sacar adelante a sus gatos trasquilados, trabaja en cierto establecimiento de comida durante el día. En cierta ocasión le fue encomendada una tarea muy singular: sonaron las alertas porque una niña había devuelto en el baño.
Hacia allá se encaminaba con resignación Ruperta con la fregona y el cubo en la mano cuando la madre de la criminal se interpuso. "Ya lo limpio yo, que es muy desagradable y ha vomitado en la pared". "Pos bale", replicó ella con el refinamiento que la caracteriza. Tampoco iba a insistir.
Nuestra amigüita fue testigo de toda la operación, al tiempo que la mujer le relataba la curiosa historia de su hija, la cual echaba sus jugos gástricos cada vez que se enfadaba. "A ver si crece ya y deja de vomitar en las paredes", protestaba sin convicción mientras frotaba la fregona por la escena del crimen.
Muchos años han pasado desde entonces, pero el degradante comportamiento de los humanos no ha progresado al compás de los tiempos. No es de extrañar, pues, que uno de mis vasallos llamado Ruperta me haga llegar el sorprendente testimonio que describiré a continuación.
Así está la juventud de hoy. |
Ruperta, que tiene a bien hacer la calle por la noche para sacar adelante a sus gatos trasquilados, trabaja en cierto establecimiento de comida durante el día. En cierta ocasión le fue encomendada una tarea muy singular: sonaron las alertas porque una niña había devuelto en el baño.
Hacia allá se encaminaba con resignación Ruperta con la fregona y el cubo en la mano cuando la madre de la criminal se interpuso. "Ya lo limpio yo, que es muy desagradable y ha vomitado en la pared". "Pos bale", replicó ella con el refinamiento que la caracteriza. Tampoco iba a insistir.
Nuestra amigüita fue testigo de toda la operación, al tiempo que la mujer le relataba la curiosa historia de su hija, la cual echaba sus jugos gástricos cada vez que se enfadaba. "A ver si crece ya y deja de vomitar en las paredes", protestaba sin convicción mientras frotaba la fregona por la escena del crimen.
La Señora Pota-tó, de apenas seis años de edad, contemplaba todo este pinche desmadre con escaso interés. Ruperta, que bastante afectada estaba al reprimir sus ganas de lamerlo todo, estalló: "¿No te da vergüenza esto que haces?". La única respuesta que salió de la boca de la pequeña fue un nauseabundo torrente de vómito que la salpicó de arriba a abajo.
El mundo es muchas veces un lugar horrendo, sobre todo desde que se retiraron los verdaderos Power Rangers, pero desde luego azuzar a un oso furioso no es la mejor solución. Espero que esta anécdota os haya ilustrado como es debido sobre la importancia de llamarse Ernesto. Que la luz de Balder os ilumine.
El mundo es muchas veces un lugar horrendo, sobre todo desde que se retiraron los verdaderos Power Rangers, pero desde luego azuzar a un oso furioso no es la mejor solución. Espero que esta anécdota os haya ilustrado como es debido sobre la importancia de llamarse Ernesto. Que la luz de Balder os ilumine.
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