miércoles, 18 de diciembre de 2013

La aventura se torna más espectacular aún

El Hobbit: La desolación de Smaug


El apabullante de éxito de Peter Jackson al frente de la trilogía de El Señor de los Anillos le ha asociado a la Tierra Media a un nivel sólo superado por el propio Tolkien. El don de este realizador neozelandés para plasmar la fantasía y concebir la puesta en escena es indiscutible. No es de extrañar que, finalmente, los productores de El Hobbit lo escogieran para dirigir esta nueva adaptación a la gran pantalla. Estos días se ha estrenado El Hobbit: La desolación de Smaug, la pieza intermedia de esta trilogía cinematográfica.

La compañía de enanos liderada por Thorin Escudo de Roble y en la que participan Bilbo y Gandalf prosigue su camino hasta Erebor, antaño un próspero reino y en la actualidad la guarida de un temible dragón. Multitud de peligros aguardan a los viajeros en la travesía hasta la Montaña Solitaria, entre ellos la legión de orcos que los acechan y los impasibles elfos del Bosque Negro.

La tropa de Thorin se abre paso a través de diversos y peligrosos lugares.


Como en la primera parte, Jackson demuestra aquí que ha captado la esencia de la novela de Tolkien, mucho más desenfadada e infantil que ESDLA a pesar de lo épico del relato. Ya en los primeros segundos del filme, el director neozalandés se pasea ante los espectadores a través de un cameo casi en primer plano. Algunos toques de humor, centrados en la oronda figura del enano Bombur, impregnan de frescura el conjunto.

La desolación de Smaug mantiene el notable nivel mostrado en Un viaje inesperado. Eso sí, supera con creces sus cotas de acción. A lo largo de dos horas y media que no cansan pero dejan secuelas físicas (entumecimiento del pompis), veremos a la tropa de Thorin pasar grandes apuros sin tregua. Paralelamente veremos a Gandalf metiéndose en líos y conoceremos a importantes personalidades de la Tierra Media como el rey elfo Thranduil o el hombre-oso Beorn.

Jackson ha metido con calzador a Legolas y una elfa llamada Tauriel (Evangeline Lilly) para lograr un producto más exótico que el libro original, concediendo más protagonismo a otras razas. Poco importa que esta pareja de elfos no aporte mucho al desarrollo de la cinta, porque al fin y al cabo es evidente que la película es una simplificación de la novela y que fundamentalmente trata de entretener al espectador.

Evangeline Lilly (Perdidos) da vida a una audaz elfa.


En ese sentido, el riesgo más palpable es la desmesura en secuencias explosivas, y algunos espectadores probablemente se hayan decepcionado por percibirlo de esta manera. No hay tiempo para la reflexión (como sí pasaba en la trepidante King Kong de 2005), y eso que se abordan algunas ideas muy profundas. La semejanza entre los enanos exiliados y el pueblo judío, por ejemplo.

Dos horas de acción sin pausa desembocan en un careo entre el osado Bilbo y el altivo dragón Smaug. Si en Un viaje inesperado el diálogo entre el hobbit y Gollum era memorable, éste no le va a la zaga.

El hobbit: La desolación de Smaug ofrece todo lo que promete: acción espectacular (impagable la escena de los barriles surcando los rápidos), escenarios grandiosos y deslumbrantes y, en definitiva, evasión con mayúsculas. Todo ello con una exquisita factura marca del realizador y con reminiscencias a El Señor de los Anillos (las odiosas arañas, el retrato de Gimli, el ojo de Sauron, la música de Howard Shore…).



Cuesta imaginar el universo de la Tierra Media sin la estética generada por Jackson y compañía. Que las novelas de Tolkien son más disfrutables y más complejas, nadie lo pone en duda. Pero esto es un producto completamente distinto, enfocado a la diversión pura. El próximo año, la tercera entrega cerrará una de las grandes aventuras en la historia del cine.


Puntuación: 8



T.O.: The Hobbit: The Desolation of Smaug (The Hobbit 2) / EE.UU. / 2013 / Dirección: Peter Jackson / Elenco: Martin Freeman, Ian McKellen, Richard Armitage, Evangeline Lilly, Orlando Bloom / Género: Aventuras / Duración: 160 minutos

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