Astérix y Obélix: Al servicio de su majestad
La andadura cinematográfica en carne y hueso de Astérix y compañía comenzó en 1999 con una película bastante pasable y entretenida, Astérix y Obélix contra César. Desde entonces, la historieta de Goscinny y Uderzo ha ido siendo maltratada en otras tres adaptaciones cada cual más nociva que la anterior. La cumbre del despropósito se vivió en Astérix en los Juegos Olímpicos, un auténtico esperpento construido casi exclsuivamente a base de cameos. No hace mucho vio la luz la cuarta y quién sabe si última aventura de los irreductibles galos en su versión no animada, Astérix y Obélix: Al servicio de su majestad (2012).
Un poblado bretón resiste heroicamente el asedio de Julio César, lanzado a la conquista de Britania. Cuando las fuerzas de sus tropas empiezan a flaquear ante las fuerzas romanas, la reina envía un emisario a la aldea de Astérix para solicitar la ayuda de los galos. Pese a la animadversidad existente entre ambas tribus, Astérix y su inseparable Obélix deberán llevar un barril de poción mágica para socorrer a los bretones.