No sé por qué razón la musa ha llevado a mi sesera aquella frase extraída de un anuncio de Aquarius que rezaba lo siguiente: "El ser humano es extraordinario". Y creo recordar que el hombre que profería esto lo hacía con una total convicción en la bondad humana. No sólo eso, sino que acto seguido recibía un aplauso de los presentes.
Ciertamente, un furtivo vistazo a un espejo me convence del asombroso potencial de la especie humana. Los que tengáis manos, oh hermanos, echadles un vistazo. Que trabajo tan meticuloso, ya quisieran los chinos fabricar unas tan buenas.
Y no obstante, a diario observo claras disfunciones de la que debiera ser la especie superior. No es cuestión de encontrarse a una persona de 90 años que esté como una regadera, puesto que la fecha de caducidad no son los padres. Hablo de toparme con personas en su etapa de madurez con un comportamiento merecedor del campo de exterminio (y no me refiero a Leroy Merlin).
Apenas la temperatura asciende a 20 grados centígrados, algunos personajes comienzan un recital de graznidos en bucle: "Hace calor, ¿eh? ¡Parece verano!". Unos y otros hablan sobre la misma estupidez, dándose la razón recíprocamente. God only knows cómo no saco el cuchillo Kenki y hago una escabechina.
Giras la esquina y te cruzas con una mujer que espera el autobús caminando nerviosamente de un lado a otro. Se le acerca un vejestorio ocioso y le suelta: "Va usted muy elegante, ¡muy elegante! La felicito". Y repitiendo esto 'ad nauseam', puesto que la materia gris está muy cara.
Sigues andando y oyes a una voz lastimera a lo lejos berreando "Mama, mama". Y entre la gente asoma el origen de tan enervante cantar: una mendiga descalza arrastrándose por el suelo con un pie deforme. Yo estoy formalmente en contra de dar dinero a los pedigüeños, pero pastillas de jabón no me parecería mal.
El mal humor se apodera de mi alma y ya voy ideando mentalmente nuevas torturas cuando el siguiente comentario me devuelve a la realidad: "Eso de las películas de cuando se gradúan en la universidad y se lo ponen en la cabeza se llama barrilete". Barrilete. Busco al responsable de tamaño sacrilegio y descubro a un grupo de estudiantes. Como no sustituyan las drogas por los diccionarios dudo mucho que lleguéis a poneros el barrilete, denominado "birrete" entre las comunidades de personas letradas.
Cuando por fin arribo a mi morada, oscura y en silencio cual panteón de cementerio, suena el condenado teléfono. Maldigo a los doce Pares de Francia a voz en grito y atiendo al aparato con un "Aló". Y por el auricular escucho lo siguiente: "Está sangrando bastante la herida, tiene mala pinta. ¿Marta? ¿Marta?". ¿Qué soy yo ahora, el puto 112? ¿A vosotros os parece normal llamar a una tal Marta con un herido de por medio? "Se ha equivocado", explico mientras me golpeo la cabeza contra la pared. "Ah, perdone". Qué cagada.
El mal humor se apodera de mi alma y ya voy ideando mentalmente nuevas torturas cuando el siguiente comentario me devuelve a la realidad: "Eso de las películas de cuando se gradúan en la universidad y se lo ponen en la cabeza se llama barrilete". Barrilete. Busco al responsable de tamaño sacrilegio y descubro a un grupo de estudiantes. Como no sustituyan las drogas por los diccionarios dudo mucho que lleguéis a poneros el barrilete, denominado "birrete" entre las comunidades de personas letradas.
Cuando por fin arribo a mi morada, oscura y en silencio cual panteón de cementerio, suena el condenado teléfono. Maldigo a los doce Pares de Francia a voz en grito y atiendo al aparato con un "Aló". Y por el auricular escucho lo siguiente: "Está sangrando bastante la herida, tiene mala pinta. ¿Marta? ¿Marta?". ¿Qué soy yo ahora, el puto 112? ¿A vosotros os parece normal llamar a una tal Marta con un herido de por medio? "Se ha equivocado", explico mientras me golpeo la cabeza contra la pared. "Ah, perdone". Qué cagada.
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