No recuerdo el momento exacto en el que nació mi pasión por los residuos fecales. Tendría cuatro o cinco años cuando empecé a formar figuritas con mis heces a falta de plastilina. Hombrecitos, cochecitos, serpientes..., yo estaba hecho un verdadero Donatello en potencia, y la abundancia de material estimuló mis creaciones. Pronto llegó el primer y tímido bocado, que abrió la puerta a unas desenfrenadas comilonas familiares, ya que me llevaba a la boca los zurullos de toda mi parentela. Era frecuente encontrarme con la cabeza metida en el inodoro para ver si pescaba algo con los dientes.
En el colegio se formaban corros de niños en torno a mí a la hora del recreo, como crías de pájaro a la espera de que su madre les distribuya el sustento. Frente a sus tristes bocadillos convencionales, el envoltorio de papel de aluminio de mi almuerzo escondía una jiñada de primera calidad.
Podría estar semanas hablando de mi maravillosa relación con la coprofagia, pero temo que se os abra el apetito y que dejéis de leerme para llenar el buche. Bastante peligrosos han sido los excesos de Navidad. Voy a limitarme a reivindicar el papel (no necesariamente higiénico) que tienen las deposiciones para la conservación de la salud.
La defecación es un tema vetado, etiquetado de obsceno, en la mayoría de culturas. Los seres humanos tratan de ocultar un acto tan natural y común como soltar lastre, y la barbarie ha llegado a tal punto que el fruto de sus vientres es absorbido por las cañerías hasta un lugar horroroso, las depuradoras, y de allí al mar con nocturnidad y alevosía.
Tamaño crimen, porque los excrementos son un indicador magnífico de la salud de una persona. Las anomalías en la forma o la frecuencia de los ñordos se traducen en que algo no funciona adecuadamente, ya sea en el intestino o en el organismo entero. Complicaciones en el metabolismo, infecciones bacterianas, ingesta de sustancias inadecuadas, intolerancia a determinados alimentos... en la mierda encontrarás la respuesta. Y así llegamos al asunto que quería abordar hoy.
La tabla de la verdad
La escala de heces de Bristol es un sistema de clasificación de las deposiciones humanas según su aspecto visual. Distingue, por tanto, en función de la consistencia y forma. El sistema fue desarrollado por Heaton y Lewis en la Universidad de Bristol a finales de los años noventa, y consta de siete tipos:
TIPO 1: Pequeños fragmentos duros y redondeados, como cagarrutas de cabra. Un verdadero tormento para el sujeto que las expulsa. Le compadezco, caballero, sufre usted de un estreñimiento grave. Sus heces han permanecido demasiado tiempo en su tracto intestinal y en consecuencia se hallan deshidratadas.
TIPO 2: Churro deforme en la que se aprecian claramente los límites de los fragmentos que la conforman. El típico engendro que moldean los niños con plastilina. Se trata de un estreñimiento agudo.
TIPO 3: La morcilla por excelencia, con grietas que recorren su superficie. Se considera un excremento saludable, aunque por debajo de los niveles de hidratación óptimos.
TIPO 4: Una salchicha blanda y sin rugosidades fácil de excretar. Enhorabuena, acaba de desbloquear el logro "Zurullo perfecto". Se recomienda aderezar con orégano y albahaca.
TIPO 5: Trocitos pastosos con los bordes bien definidos y fáciles de evacuar. Se trata de una diarrea suave, nada preocupante.
TIPO 6: Cálcese las botas, nos adentramos en el fangoso terreno de la diarrea propiamente dicha. Amasijo esponjoso tenuemente definido. Exceso de hidratación debido a la corta estancia en el intestino.
TIPO 7: Amigo, la cagaste. Puro caldo, diarrea grave. Las heces han bajado por el intestino en caída libre, por lo que la cantidad de agua que contienen es desmesurada. Apenas hay materia sólida.
Como vemos la escala recoge desde la dura roca hasta el fluido aguachirri. Los tipos 1 y 2 se corresponderían con el estreñimiento; los 3 y 4 serían los excrementos idóneos y de hecho más comunes; y los 5, 6 y 7 podrían catalogarse como heces diarreicas.
La facilidad de uso de la tabla es tal que el propio paciente puede realizar sus propias pruebas. Se ha implementado este método en numerosos países, y los resultados son prácticamente equivalentes en todos ellos. Así se ha podido observar y comprobar los factores que influencian en la consistencia de las deposiciones, como el estrés, la actividad física o la dieta más allá de la acción de los esfínteres y el tiempo que los residuos pasan en el colon.
Ni corto ni perezoso, decidí clasificar mis mojones según la escala de heces de Bristol durante el pasado mes de diciembre. Próximamente publicaré los resultados.
Tamaño crimen, porque los excrementos son un indicador magnífico de la salud de una persona. Las anomalías en la forma o la frecuencia de los ñordos se traducen en que algo no funciona adecuadamente, ya sea en el intestino o en el organismo entero. Complicaciones en el metabolismo, infecciones bacterianas, ingesta de sustancias inadecuadas, intolerancia a determinados alimentos... en la mierda encontrarás la respuesta. Y así llegamos al asunto que quería abordar hoy.
La tabla de la verdad
La escala de heces de Bristol es un sistema de clasificación de las deposiciones humanas según su aspecto visual. Distingue, por tanto, en función de la consistencia y forma. El sistema fue desarrollado por Heaton y Lewis en la Universidad de Bristol a finales de los años noventa, y consta de siete tipos:
Lleve esto siempre en la cartera, hermano. |
TIPO 1: Pequeños fragmentos duros y redondeados, como cagarrutas de cabra. Un verdadero tormento para el sujeto que las expulsa. Le compadezco, caballero, sufre usted de un estreñimiento grave. Sus heces han permanecido demasiado tiempo en su tracto intestinal y en consecuencia se hallan deshidratadas.
TIPO 2: Churro deforme en la que se aprecian claramente los límites de los fragmentos que la conforman. El típico engendro que moldean los niños con plastilina. Se trata de un estreñimiento agudo.
TIPO 3: La morcilla por excelencia, con grietas que recorren su superficie. Se considera un excremento saludable, aunque por debajo de los niveles de hidratación óptimos.
TIPO 4: Una salchicha blanda y sin rugosidades fácil de excretar. Enhorabuena, acaba de desbloquear el logro "Zurullo perfecto". Se recomienda aderezar con orégano y albahaca.
TIPO 5: Trocitos pastosos con los bordes bien definidos y fáciles de evacuar. Se trata de una diarrea suave, nada preocupante.
TIPO 6: Cálcese las botas, nos adentramos en el fangoso terreno de la diarrea propiamente dicha. Amasijo esponjoso tenuemente definido. Exceso de hidratación debido a la corta estancia en el intestino.
TIPO 7: Amigo, la cagaste. Puro caldo, diarrea grave. Las heces han bajado por el intestino en caída libre, por lo que la cantidad de agua que contienen es desmesurada. Apenas hay materia sólida.
Como vemos la escala recoge desde la dura roca hasta el fluido aguachirri. Los tipos 1 y 2 se corresponderían con el estreñimiento; los 3 y 4 serían los excrementos idóneos y de hecho más comunes; y los 5, 6 y 7 podrían catalogarse como heces diarreicas.
La facilidad de uso de la tabla es tal que el propio paciente puede realizar sus propias pruebas. Se ha implementado este método en numerosos países, y los resultados son prácticamente equivalentes en todos ellos. Así se ha podido observar y comprobar los factores que influencian en la consistencia de las deposiciones, como el estrés, la actividad física o la dieta más allá de la acción de los esfínteres y el tiempo que los residuos pasan en el colon.
Ni corto ni perezoso, decidí clasificar mis mojones según la escala de heces de Bristol durante el pasado mes de diciembre. Próximamente publicaré los resultados.
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