Whiplash
Una de las películas del cine independiente estadounidense que más destacaron en el pasado curso fue Whiplash, vencedora en el Festival de Sundance y candidata ahora a los Oscar. El director Damien Chazelle, que en 2013 presentó un cortometraje homónimo con la misma idea, realiza aquí una versión extendida.
Whiplash cuenta el ingreso de un tenaz y ambicioso estudiante de batería en un prestigioso conservatorio y su relación con un profesor de métodos cuestionables y obsesionado con la perfección.
La trama es simple y en apariencia demasiado explotada, pero efectiva. Pese a que no abundan los diálogos, ya que el duelo que mantienen alumno y profesor tiene lugar casi siempre con los instrumentos en la mano, la cinta de Chazelle tiene un magnetismo destacado. El ritmo narrativo es el adecuado, de forma que todo sucede cuando tiene que suceder.
El sobresaliente trabajo de los dos actores principales es otra de las razones por las que Whiplash nunca pierde fuelle. Miles Teller le da el contrapunto a un gigantesco J.K. Simmons, eterno secundario que aquí tiene por fin donde brillar. A semejanza del emblemático Sargento Hartman de La chaqueta metálica, Simmons configura un personaje inhumano, siempre cabreado y profundamente odioso. El cara a cara entre ambos está lleno de tensión y tiene su clímax en una memorable y vigorosa secuencia final.
La música está tratada con especial tacto, de modo que es casi un personaje más. Y eso que ni siquiera es necesario que te gusta el jazz para que te guste la película. El tema que se trata no es tanto la búsqueda de la fama (como sucedía en Birdman) como la persecución de la excelencia. Durante el visionado uno se cuestiona hasta qué punto es humano sacrificarse por alcanzar la perfección artística. Y es que la cinta de Chazelle es desmesurada e inverosímil. Simplemente, se pasa de la raya al meter un militar en un conservatorio de música en el que los aspirantes a genios aceptan humillaciones sin cesar.
Muy fluida e hipnótica, Whiplash será recordada por el repugnante profesor encarnado por Simmons y por la proeza de atrapar al espectador gracias a un derroche de intensidad en el que sobran las palabras.
Puntuación: 7
El sobresaliente trabajo de los dos actores principales es otra de las razones por las que Whiplash nunca pierde fuelle. Miles Teller le da el contrapunto a un gigantesco J.K. Simmons, eterno secundario que aquí tiene por fin donde brillar. A semejanza del emblemático Sargento Hartman de La chaqueta metálica, Simmons configura un personaje inhumano, siempre cabreado y profundamente odioso. El cara a cara entre ambos está lleno de tensión y tiene su clímax en una memorable y vigorosa secuencia final.
La música está tratada con especial tacto, de modo que es casi un personaje más. Y eso que ni siquiera es necesario que te gusta el jazz para que te guste la película. El tema que se trata no es tanto la búsqueda de la fama (como sucedía en Birdman) como la persecución de la excelencia. Durante el visionado uno se cuestiona hasta qué punto es humano sacrificarse por alcanzar la perfección artística. Y es que la cinta de Chazelle es desmesurada e inverosímil. Simplemente, se pasa de la raya al meter un militar en un conservatorio de música en el que los aspirantes a genios aceptan humillaciones sin cesar.
Muy fluida e hipnótica, Whiplash será recordada por el repugnante profesor encarnado por Simmons y por la proeza de atrapar al espectador gracias a un derroche de intensidad en el que sobran las palabras.
Puntuación: 7
T.O.: Whiplash / EE.UU. / 2014 / Dirección: Damien Chazelle / Elenco: Miles Teller, J.K. Simmons, Melissa Benoist, Paul Reiser, Austin Stowell / Género: Drama / Duración: 103 minutos |
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