Cuando alguien cita la expresión "caldo de cultivo", ineludiblemente viene a mi cabeza la imagen del metro. Qué duda cabe de que si hay un lugar propicio para el crecimiento y reproducción de bacterias es esta red de túneles subterráneos ocultos a la mirada del Arquitecto.
Las historias de cocodrilos y anacondas en las cloacas de Nueva York empequeñecen al lado de las abominaciones que recorren a diario las líneas del ferrocarril metropolitano. Bestias nocivas y terribles que impregnan el aire de las profundidades con su hediondez radioactiva. ¿Cuándo se va a vetar el acceso al transporte público a aquellos que desconocen el concepto de higiene personal?
Una familia de pendejos de preparados para bajar al metro. |
Sudores rancios, licores baratos y tufo de indigencia conforman una amalgama tan perniciosa que uno prefiere desmayarse aguantando la respiración antes de ensuciar su cuerpo con semejante inmundicia. No estaría de más una ducha de descontaminación como cuando los científicos trabajan con virus peligrosos en sus laboratorios.
Todo esto iba pensando el otro día cuando detecté un vómito enorme en el andén de una estación. Su acre olor a plátano caducado no parecía afectar a la multitud que permanecía plantada junto al pastel. Ahí estaban con la cabeza agachada, enfrascados en sus teléfonos móviles y moviendo los pulgares como autómatas. Tanta tecnología en sus teléfonos y tan bárbaros como el Neanderthal, así se me presentaban ante mis ojos.
Y es que tenemos un concepto tan elevado de nuestra especie que a veces se nos olvida que somos animales. No nos vendría mal un poco de humildad. Venimos al mundo por donde se hace pis, como si fuéramos despojos. Hasta al nacer le damos por el saco al prójimo. Por poco no salimos por el culo, lo cual sería ya una demostración irrefutable de nuestra insignificancia.
Hemos llevado nuestra peste a todos los rincones del globo, en perjuicio de las otras criaturas. Arrasamos con todo para labrarnos una vida más cómoda a base de entretenimientos estúpidos y costosos. La costa, la montaña, el bosque... todos violados, y al mismo tiempo, imbéciles en el país de los Teletubbies dándole golpes a una pelotita blanca para que entre en un agujero. ¿Adónde vamos a llegar? El altavoz del metro es revelador: "Próxima parada: el cataclismo".
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