En casi todos los edificios de viviendas hay algún artista del bricolaje o maníaco de las herramientas que deleita a sus conciudadanos con los ruidos más perturbadores que ha podido concebir el Diablo. Estas personas tienen además el detalle de escoger las horas más inoportunas para sus faenas.
He de denunciar al hijo de mil hienas del Vecino Taladro por su inaudito 'modus operandi'. El muy desgraciado tiene predilección por un martillo y por un taladro, que utiliza la mayoría de los días de forma furtiva. No es que haya tenido una mañana llena de actividad, sino que a diario se limita a hacer un agujerillo y dar tres martillazos a las 9 y a las 16 horas. ¿Qué obra pretende realizar este ser maligno? Lo desconozco, y al ritmo que va tardará años.
Parece un arma, y lo es. |
Ha querido el hado que semejante perturbado viva al lado de mi gruta encantada. Lo peor de todo es que percibo el taladro justo en la pared de mis aposentos en la que reposaría, si lo tuviese, el cabezal de mi cama. De modo que cualquier día de estos el desgraciado podría trepanar la testa de vuestro conspicuo hermano Weinor.
Ayer me arrancó bruscamente de un gozoso sueño a base de martillazos en la pared. Si ya son desagradables los despertadores convencionales con sus agudos pitidos, imaginaos al Vecino Taladro desfogándose contra vuestra pared cada vez que compra el periódico y se percata de su analfabetismo. Después de una ajetreada mañana, regresé a mi otrora plácido hogar a comer. Tan cansado estaba que apenas terminé el postre caí en redondo sobre mi lecho. Y de pronto, oh Zeus, dio comienzo un solo de taladro. ¿Pero qué he hecho yo para merecer este suplicio?
Probablemente el cosmos se ha visto forzado a contrapesar mi supremacía física y mental con esta clase de desafortunados sucesos. O tal vez una maquiavélica sociedad secreta se halle detrás de estas coincidencias. En cualquier caso, mi barba luenga canosa saldrá victoriosa. Ya va siendo hora de que comiencen mis clases nocturnas de zanfona. Vecino Taladro, vete preparando.
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