Mi afición por la etnología surgió a una temprana edad. Todavía recuerdo cómo jugaba a los naipes con una baraja denominada "Familias de 7 países", propiedad de mi madre. En esas cartas había chinos, mejicanos, esquimales, bantúes... Qué hermosos recuerdos, menos mal que en aquellos tiempos no todo fueron latigazos y terapias electroconvulsivas. Siempre he manifestado interés por saber cómo funcionan las sociedades, tanto a nivel de organización como de costumbres. Por eso a menudo reviso las listas de las películas y libros más vendidos, pues las considero unos indicadores muy útiles para conocer mejor el mundo en el que he escogido vivir.
Esta actitud sabia y expeditiva es la que me ha llevado a conocer engendros abyectos del calibre de 50 sombras de Grey (2011), que será el centro de mi ira en este soleado día. La popular trilogía erótica ha vendido más de 30 millones de ejemplares en todo el mundo. Para comprender el alcance de esta pandemia nos remitiremos al portal británico de Amazon anunciando que Cincuenta sombras de Grey había vendido más copias que la saga completa de Harry Potter.
La autora de tan hedionda basura responde al nombre de E. L. James. Esto de usar siglas en los nombres siempre da lugar a confusión. Recuerdo que J. K. Rowling firmaba así los libros del joven mago para disimular su condición de mujer y no ahuyentar por ello a un gran número de muchachos. Volviendo al tema: ¿E. L. es un hombre o una mujer? Bueno, pues resulta que es una mujer, concretamente Erika Leonard. ¿Y quién es esta tipa? Con mi investigación de veinte segundos en Google sólo he sacado en claro que trabajaba como ejecutiva para la televisión y que fue publicando en internet, bajo un pseudónimo y por entregas una historia muy similar a la que nos ocupa.
Cincuenta sombras de Grey es una novela que está escrita en primera persona. Y en presente. Plasma, por ende, no sólo los diálogos, sino los profundos pensamientos de la protagonista, firme candidata al Nobel de la Paz por sus juicios sobre la naturaleza humana. Ya quisiera Tagore alcanzar un ápice de la sabiduría contenida en este sagrado códice.
Vamos ahora a explicar el argumento de tan singular obra. Anastasia Steele (Ana para los amigüitos) es una estudiante de 21 años que está a punto de graduarse en Literatura Inglesa, una de esas carreras que existen pero nadie sabe exactamente para qué. Sus padres están divorciados, trabaja para pagarse los estudios, tiene un coche viejísimo… y un millar de tópicos más concentrados en su persona. Es extremadamente torpe y carece de seguridad en sí misma. Se trata pues, de la típica protagonista de esas películas infames en las que una chica con pinta de orco se quita las gafas de culo de vaso, se peina y ¡tachán!, parece una supermodelo. Huelga decir que las ávidas lectoras deberán identificarse con este adefesio repugnante e incluso introducirse en su pellejo. Más adelante hablaremos del perfil medio del lector de esta bazofia.
Un buen día, una amiga de Ana se pone enferma y le pide que realice en su lugar una entrevista concertada a un joven magnate para la revista de la universidad. Christian Grey, que así se llama el multimillonario, le causa una honda impresión a Anastasia, y no es para menos. El tal Grey es una suerte de ser mitológico que ha adoptado un aspecto mitad divino mitad humano. Un verdadero machote follador que pilota aviones y helicópteros, es súper inteligente, mega adinerado, todo un gourmet, domina la telapatía (siempre sabe lo que piensan los demás) y sobre todo “ejtá buenísimo”. “¡Pero qué bueno está! Debería estar prohibido estar tan bueno”, reflexiona Anastasia en clara alusión a la filosofía presocrática. ¡Qué fuerte! Luego se descubrirá que no teme al compromiso, que siempre huele bien ("huele a Christian", como descubre Ana), que responde a TODOS los correos electrónicos a los dos minutos y que es un obseso del control, pero eso se debe a que es muy atento y se preocupa por su piba.
Y así le regala una BlackBerry, un MacBook, un Audi y unas cuantas cosas más sin venir a cuento. Hago aquí un inciso para señalar que todos estos productos se citan en el libro con el nombre exclusivamente de su marca, y se repiten una y otra vez. Ana no se enfunda unas deportivas, sino unas Nike, y siempre tiene a mano su iPod. Una publicidad 'encubierta' descarada y bastante cutre.
Pues bueno, el Señor Grey es multimillonario pero no se explica realmente a qué carajo se dedica. Se menciona de pasada que su fortuna procede, entre otras cosas, de las telecomunicaciones. En fin, ¿y a quién le interesa un detalle tan estúpido? Nuestro machote se dedica “a los negocios” (como solían decir las mujeres estúpidas de las películas antiguas) y con saber eso nos basta. Ah, sí, y además es una persona muy solidaria que ayuda a paliar el hambre en África. ¡Madre mía!
Todas estos aspectos podrían haberse explicado mejor al inicio del libro o durante la entrevista que Anastasia realiza, pero nada más lejos de la realidad. La susodicha entrevista es la pieza periodística más ridícula que ha pasado por delante de mis óculos de cristal. Las preguntas apenas llegan a la decena, y se incluyen entre ellas algunas dignas de Pulitzer: “Invierte en fabricación. ¿Por qué en fabricación en concreto?”; “¿Y cuáles son sus intereses, aparte del trabajo?”; “¿Dirían sus amigos que es fácil conocerlo?”. Y, como colofón, “¿Es usted gay, señor Grey?”. Semejante mierda de cuestionario luego es motivo de encomio, aunque parezca el producto fecal de una adolescente descerebrada. ¡Uau!
Por lo que sea, desde el primer contacto surge una atracción poderosísima entre Ana y el Ser Superior. ¿Qué es eso tan irresistible que Él encuentra en ella? Pues… he terminado el libro y sinceramente sigo sin saberlo. Su carácter apocado y soso, así como sus continuos rubores le ponen como una moto, qué digo como una moto, como su impresionante Charlie Tango (tres wows por el helicóptero de nuestro machote: wow wow wow). A veces (cada diez páginas), la señora Steele pone los ojos en blanco o se muerde el labio, muecas que desatan a la Bestia Fornicadora sin motivos aparentes.
Un par de encuentros más bastan para que el Ser Superior revele sus verdaderas intenciones. Resulta que el individuo es un degenerado al que le va eso de la dominación y lo que se conoce como sadomasoquismo, y le plantea firmar un contrato que recoge ciertas normas y condiciones antes de mantener relaciones sexuales. Y entonces llega el momento de las confesiones. Por un lado Anastasia sostiene que sólo ha empleado sus genitales para hacer pipí (y eso es una lástima, porque a los dos días se revela como una experta contorsionista y comepijas). Por otro lado, el Señor Grey explica cómo una amiga de su madre lo introdujo en el mundo de la sumisión durante su adolescencia. Y todo eso de usar cachivaches y repartir estopa en el catre le parece guay, pero sorprendentemente no ha dormido con una mujer en toda su vida. Como nos podemos figurar, la atracción entre los dos es tan intensa que mandan a tomar por saco sus costumbres a la primera ocasión. Él se la folla de una forma tradicional por ser la primera vez y luego duermen juntos. ¡Qué fuerte!
Después de estos primeros capítulos, la novela se adentra en un ciclo sin fin que dura cientos de páginas. Básicamente, el Semental le propone a Anastasia que sea su sumisa, lo que implica no sólo convertirse en una piñata sexual, sino también hacer ejercicio tantas horas por semana, tener una dieta sana y regular, informar constantemente a su Amo de su paradero y un largo etcétera. Para decir sí o no, reitero, la muchacha tarda cientos de páginas. Mientras se lo piensa y trata de aclarar sus escasas ideas, los dos tortolitos van a fiestas y follan, visitan a la parentela y follan, hacen viajecillos en helicóptero y follan... Al final ella se decanta por hacer una probatura, y el Ser Superior, ni corto ni perezoso, le arrea unos azotes en el pandero que se lo deja en carne viva. Entonces se enfada mucho, lo manda al demonio, llora, se marcha y fin de la historia. Tantas páginas de relleno para llegar a eso.
¡Hala, Weinor, pero si has contado el final! Me importa un carajo.
En fin, dado que el argumento es tan malo y los personajes son tan tópicos y ridículos, deberíamos buscar consuelo en cómo está escrita la novela. Porque a veces basta con el estilo del autor para obtener satisfacción de un libro. Pero tampoco es éste el caso, ni de lejos. Cincuenta sombras de Grey está redactada con una prosa de parvulario que enerva hasta la úlcera por la repetición sistemática (y cuando digo sistemática me refiero a una por cada dos páginas) de expresiones tan inmundas como "¡Madre mía!", "¡Qué fuerte!", "sexy", "Me despierto sobresaltada", "El bochorno y la vergüenza me impiden...".
Respecto a las situaciones sexuales, en general la autora no es directa. No escribe, por ejemplo, “Grey se desabrochó los pantalones y su megatranca destrozó el pavimento bajo nuestros pies”, sino que Anastasia exclama, una jodida vez más, "¡Madre mía!". O comenta decenas de veces "qué bien que le caen los pantalones", en referencia a su trasero. Uf...
Adjunto algunos extractos breves para que admiréis, oh hermanos, cuán bella puede ser la literatura basura:
Como habréis podido observar, E. L. James es digna discípula de Mika Waltari. Cabe reseñar que la narración es harto hueca y, no obstante, se concede especial atención a los muebles (que si esa mesa es de estilo victoriano, que si...), a los colores (¿qué diantre es el gris marengo?) y a la comida y el vino de nombres pomposos. A mí, que me encanta el té, me da hasta repelús cada vez que la tipa menciona su English Breakfast Tea de la casa Twinings.
Otro de los puntos que convierten a este libro en pasto de las llamas es la introducción de cadenas de correos eléctronicos entre los dos protagonistas. Estos mensajes copan varias páginas y verdaderamente ruborizan por la vergüenza ajena que liberan.
Pero eso no es nada comparado con la bipolaridad de Anastasia, cuya mente se desdobla en dos polos opuestos aparte de ella misma: el subconsciente, que por lo que sea le previene de no dejarse apalizar, y "la diosa que llevo dentro", una rara representación del ego que la incita a dejarse llevar por sus instintos primarios. Cito un par de fragmentos para que os hagáis una idea de este aspecto:
Esta actitud sabia y expeditiva es la que me ha llevado a conocer engendros abyectos del calibre de 50 sombras de Grey (2011), que será el centro de mi ira en este soleado día. La popular trilogía erótica ha vendido más de 30 millones de ejemplares en todo el mundo. Para comprender el alcance de esta pandemia nos remitiremos al portal británico de Amazon anunciando que Cincuenta sombras de Grey había vendido más copias que la saga completa de Harry Potter.
¡Qué fuerteeeeee! |
La autora de tan hedionda basura responde al nombre de E. L. James. Esto de usar siglas en los nombres siempre da lugar a confusión. Recuerdo que J. K. Rowling firmaba así los libros del joven mago para disimular su condición de mujer y no ahuyentar por ello a un gran número de muchachos. Volviendo al tema: ¿E. L. es un hombre o una mujer? Bueno, pues resulta que es una mujer, concretamente Erika Leonard. ¿Y quién es esta tipa? Con mi investigación de veinte segundos en Google sólo he sacado en claro que trabajaba como ejecutiva para la televisión y que fue publicando en internet, bajo un pseudónimo y por entregas una historia muy similar a la que nos ocupa.
Cincuenta sombras de Grey es una novela que está escrita en primera persona. Y en presente. Plasma, por ende, no sólo los diálogos, sino los profundos pensamientos de la protagonista, firme candidata al Nobel de la Paz por sus juicios sobre la naturaleza humana. Ya quisiera Tagore alcanzar un ápice de la sabiduría contenida en este sagrado códice.
Vamos ahora a explicar el argumento de tan singular obra. Anastasia Steele (Ana para los amigüitos) es una estudiante de 21 años que está a punto de graduarse en Literatura Inglesa, una de esas carreras que existen pero nadie sabe exactamente para qué. Sus padres están divorciados, trabaja para pagarse los estudios, tiene un coche viejísimo… y un millar de tópicos más concentrados en su persona. Es extremadamente torpe y carece de seguridad en sí misma. Se trata pues, de la típica protagonista de esas películas infames en las que una chica con pinta de orco se quita las gafas de culo de vaso, se peina y ¡tachán!, parece una supermodelo. Huelga decir que las ávidas lectoras deberán identificarse con este adefesio repugnante e incluso introducirse en su pellejo. Más adelante hablaremos del perfil medio del lector de esta bazofia.
Un buen día, una amiga de Ana se pone enferma y le pide que realice en su lugar una entrevista concertada a un joven magnate para la revista de la universidad. Christian Grey, que así se llama el multimillonario, le causa una honda impresión a Anastasia, y no es para menos. El tal Grey es una suerte de ser mitológico que ha adoptado un aspecto mitad divino mitad humano. Un verdadero machote follador que pilota aviones y helicópteros, es súper inteligente, mega adinerado, todo un gourmet, domina la telapatía (siempre sabe lo que piensan los demás) y sobre todo “ejtá buenísimo”. “¡Pero qué bueno está! Debería estar prohibido estar tan bueno”, reflexiona Anastasia en clara alusión a la filosofía presocrática. ¡Qué fuerte! Luego se descubrirá que no teme al compromiso, que siempre huele bien ("huele a Christian", como descubre Ana), que responde a TODOS los correos electrónicos a los dos minutos y que es un obseso del control, pero eso se debe a que es muy atento y se preocupa por su piba.
El interior es todavía peor que la portada. |
Y así le regala una BlackBerry, un MacBook, un Audi y unas cuantas cosas más sin venir a cuento. Hago aquí un inciso para señalar que todos estos productos se citan en el libro con el nombre exclusivamente de su marca, y se repiten una y otra vez. Ana no se enfunda unas deportivas, sino unas Nike, y siempre tiene a mano su iPod. Una publicidad 'encubierta' descarada y bastante cutre.
Pues bueno, el Señor Grey es multimillonario pero no se explica realmente a qué carajo se dedica. Se menciona de pasada que su fortuna procede, entre otras cosas, de las telecomunicaciones. En fin, ¿y a quién le interesa un detalle tan estúpido? Nuestro machote se dedica “a los negocios” (como solían decir las mujeres estúpidas de las películas antiguas) y con saber eso nos basta. Ah, sí, y además es una persona muy solidaria que ayuda a paliar el hambre en África. ¡Madre mía!
Todas estos aspectos podrían haberse explicado mejor al inicio del libro o durante la entrevista que Anastasia realiza, pero nada más lejos de la realidad. La susodicha entrevista es la pieza periodística más ridícula que ha pasado por delante de mis óculos de cristal. Las preguntas apenas llegan a la decena, y se incluyen entre ellas algunas dignas de Pulitzer: “Invierte en fabricación. ¿Por qué en fabricación en concreto?”; “¿Y cuáles son sus intereses, aparte del trabajo?”; “¿Dirían sus amigos que es fácil conocerlo?”. Y, como colofón, “¿Es usted gay, señor Grey?”. Semejante mierda de cuestionario luego es motivo de encomio, aunque parezca el producto fecal de una adolescente descerebrada. ¡Uau!
Por lo que sea, desde el primer contacto surge una atracción poderosísima entre Ana y el Ser Superior. ¿Qué es eso tan irresistible que Él encuentra en ella? Pues… he terminado el libro y sinceramente sigo sin saberlo. Su carácter apocado y soso, así como sus continuos rubores le ponen como una moto, qué digo como una moto, como su impresionante Charlie Tango (tres wows por el helicóptero de nuestro machote: wow wow wow). A veces (cada diez páginas), la señora Steele pone los ojos en blanco o se muerde el labio, muecas que desatan a la Bestia Fornicadora sin motivos aparentes.
Un par de encuentros más bastan para que el Ser Superior revele sus verdaderas intenciones. Resulta que el individuo es un degenerado al que le va eso de la dominación y lo que se conoce como sadomasoquismo, y le plantea firmar un contrato que recoge ciertas normas y condiciones antes de mantener relaciones sexuales. Y entonces llega el momento de las confesiones. Por un lado Anastasia sostiene que sólo ha empleado sus genitales para hacer pipí (y eso es una lástima, porque a los dos días se revela como una experta contorsionista y comepijas). Por otro lado, el Señor Grey explica cómo una amiga de su madre lo introdujo en el mundo de la sumisión durante su adolescencia. Y todo eso de usar cachivaches y repartir estopa en el catre le parece guay, pero sorprendentemente no ha dormido con una mujer en toda su vida. Como nos podemos figurar, la atracción entre los dos es tan intensa que mandan a tomar por saco sus costumbres a la primera ocasión. Él se la folla de una forma tradicional por ser la primera vez y luego duermen juntos. ¡Qué fuerte!
Después de estos primeros capítulos, la novela se adentra en un ciclo sin fin que dura cientos de páginas. Básicamente, el Semental le propone a Anastasia que sea su sumisa, lo que implica no sólo convertirse en una piñata sexual, sino también hacer ejercicio tantas horas por semana, tener una dieta sana y regular, informar constantemente a su Amo de su paradero y un largo etcétera. Para decir sí o no, reitero, la muchacha tarda cientos de páginas. Mientras se lo piensa y trata de aclarar sus escasas ideas, los dos tortolitos van a fiestas y follan, visitan a la parentela y follan, hacen viajecillos en helicóptero y follan... Al final ella se decanta por hacer una probatura, y el Ser Superior, ni corto ni perezoso, le arrea unos azotes en el pandero que se lo deja en carne viva. Entonces se enfada mucho, lo manda al demonio, llora, se marcha y fin de la historia. Tantas páginas de relleno para llegar a eso.
¡Hala, Weinor, pero si has contado el final! Me importa un carajo.
En fin, dado que el argumento es tan malo y los personajes son tan tópicos y ridículos, deberíamos buscar consuelo en cómo está escrita la novela. Porque a veces basta con el estilo del autor para obtener satisfacción de un libro. Pero tampoco es éste el caso, ni de lejos. Cincuenta sombras de Grey está redactada con una prosa de parvulario que enerva hasta la úlcera por la repetición sistemática (y cuando digo sistemática me refiero a una por cada dos páginas) de expresiones tan inmundas como "¡Madre mía!", "¡Qué fuerte!", "sexy", "Me despierto sobresaltada", "El bochorno y la vergüenza me impiden...".
Respecto a las situaciones sexuales, en general la autora no es directa. No escribe, por ejemplo, “Grey se desabrochó los pantalones y su megatranca destrozó el pavimento bajo nuestros pies”, sino que Anastasia exclama, una jodida vez más, "¡Madre mía!". O comenta decenas de veces "qué bien que le caen los pantalones", en referencia a su trasero. Uf...
Adjunto algunos extractos breves para que admiréis, oh hermanos, cuán bella puede ser la literatura basura:
Apago la BlackBerry, incapaz de librarme de la angustia. A Christian le pasa algo. Puede que «el problema» se le haya escapado de las manos. [Obsérvese cómo dice BlackBerry]
¿Cómo puede resultar tan... irresistible? Se me seca la boca y renace el deseo en mí... uf.
[Después de los primeros puntos suspensivos cabría esperar una palabra más inusual. ¿Uf?]
Uau, que te desee tanto este dios griego... [Atención al ladrido y a los malditos puntos suspensivos]
Ah, en el helicóptero, claro... Seré tonta... Otro vuelo... ¡guay! Sonrío. [Sin comentarios]
Tímidamente, me toco el trasero. ¡Aaah! Duele. [Para qué hablar del hiriente escozor cuando podemos decir simplemente "¡Aaaah! Duele"]
Este hombre me necesita. Su temor es obvio y manifiesto, pero está perdido... en algún lugar en su oscuridad. Su mirada es la de un hombre asustado, triste y torturado. Yo puedo aliviarlo, acompañarlo momentáneamente en su oscuridad y llevarlo hacia la luz. [La redención del malote, uno de esos recursos tan manidos]
Me dejo caer sobre la cama, con zapatos y todo, y lloro desconsoladamente. El dolor es indescriptible... físico y mental... metafísico... lo siento por todo mi ser y me cala hasta la médula. [HAHAHAHAHA]
Como habréis podido observar, E. L. James es digna discípula de Mika Waltari. Cabe reseñar que la narración es harto hueca y, no obstante, se concede especial atención a los muebles (que si esa mesa es de estilo victoriano, que si...), a los colores (¿qué diantre es el gris marengo?) y a la comida y el vino de nombres pomposos. A mí, que me encanta el té, me da hasta repelús cada vez que la tipa menciona su English Breakfast Tea de la casa Twinings.
Otro de los puntos que convierten a este libro en pasto de las llamas es la introducción de cadenas de correos eléctronicos entre los dos protagonistas. Estos mensajes copan varias páginas y verdaderamente ruborizan por la vergüenza ajena que liberan.
Pero eso no es nada comparado con la bipolaridad de Anastasia, cuya mente se desdobla en dos polos opuestos aparte de ella misma: el subconsciente, que por lo que sea le previene de no dejarse apalizar, y "la diosa que llevo dentro", una rara representación del ego que la incita a dejarse llevar por sus instintos primarios. Cito un par de fragmentos para que os hagáis una idea de este aspecto:
Mi subconsciente, como yo, está hecha un manojo de nervios. [a ver si al final resulta que sois la misma persona...]
¿Me perdonará? ¿Lo perdonaré yo? Mi cabeza es un auténtico caos confuso; los pensamientos resuenan y retumban en su interior. Mi subconsciente menea la cabeza con tristeza y la diosa que llevo dentro ha desaparecido por completo. Qué día tan terrrible y aciago para mi alma. [¿existe un caos que no sea confuso?]
Francamente vomitivo. Como también lo son otros matices del texto. El Machote se refiere a su chorva con el vocablo "nena", y esta clase de apelativos pedófilos siempre me ha dado muchísima grima. Me imagino que en inglés será "baby", lo cual empeora la situación. Pero bueno, tampoco es de extrañar que el Ser Superior tenga la impresión de estar aprovechándose de una chiquilla cuando ésta manifiesta una ignorancia cultural crónica. Cuando ella escucha un trozo de La Traviata, comenta más o menos "¿La Traviata? Sí, creo que me suena de algo". Horror. Por cierto, que alguien me explique cómo se puede fornicar al ritmo de esta pieza musical.
Creo que no lo he explicado antes, pero me descargué Cincuenta sombras de Grey por internet y he tratado de leerlo poco a poco por la noche. Es gracioso que esta ignominiosa trilogía se prometa como "totalmente adictiva" cuando la lectura del primer volumen me ha ocupado, ni más ni menos, casi un año entero. Provoca tantos bostezos que había semanas en las que no pude reunir valor suficiente como para enfrentarme al libro de marras. Huelga decir que no tengo intención de proseguir con la serie. Mi interés sociocultural ha quedado tan satisfecho como exhausto.
A estas alturas parece evidente que nos encontramos ante un producto puramente comercial destinado a vender libros como churros y con un perfil lector muy marcado: mujeres que viven con sus gatos y se dan cuenta de lo mucho que ellos las odian, y también esa manada de jóvenes estúpidas que se han iniciado en la 'literatura' con Crepúsculo y ahora precisan de una lectura del mismo estilo pero 'más adulta'. Hahahahaha. Se ve que el sado también les va, porque de lo contrario no recurrirían a semejante suplicio. Con personajes construidos en base a algunas fantasías femeninas, el éxito está garantizado en una sociedad decadente y repleta de personas descerebradas.
Ante un panorama tan repelente, no es de extrañar que los actores de la próxima adaptación cinematográfica de este esperpento hayan huido como ratas tras haberle echado una ojeada al guión. Desde bien temprano se ha prostituido la literatura, pero nunca hasta el extremo de Cincuenta sombras de Grey. Si ves a alguien leyendo esta clase de engendros, ya sabes qué clase de chusma es.
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