jueves, 28 de noviembre de 2013

Cuando el cine documental se convierte en arte

Koyaanisqatsi


Entre las películas más extrañas que he visto en mi vida de inmortal se halla Koyaanisqatsi (1982), un documental que el realizador estadounidense Godfrey Reggio empezó a realizar en 1975. Este experimental largometraje consta de una cascada de espectaculares imágenes a las que no acompaña ninguna narración, sino únicamente música.

Koyaanisqatsi, que en lengua hopi significa "vida fuera del equilibrio", trata de retratar el corrosivo impacto de la consumista civilización occidental en la naturaleza. Es en cierto modo una obra visionaria en el terreno cinematográfico, ya que alertó de esta problemática hace la friolera de cuarenta años. Este es uno de los motivos por el que se ha convertido en una película de culto.

El uso de la cámara acelerada origina secuencias como ésta.



Esta película de Reggio puede entenderse como una suerte de documental sobre la especie humana. Carece de narrador o rótulos, y por ende es universal. Fue el inicio de una trilogía de la que también forman parte Powaqqatsi (1988) y Naqoyqatsi (2002).

Unas pinturas rupestres milenarias dan comienzo al filme. Los primeros planos muestran prodigiosos parajes naturales. Cañones, desiertos, cuevas, cascadas… El deambular de las nubes y las sombras es lo único que parece alterar la paz en estos hermosos escenarios. Y, de pronto, la huella del hombre se hace patente. Kilómetros de tendidos eléctricos, cables y carreteras surcan el globo terráqueo, como prueba patente de la tiranía humana sobre el mismo. Las tóxicas fábricas y la espeluznante maquinaria saquean el planeta llegando a límites contraproducentes. Así, vemos a unos niños tomando el sol en una playa adyacente a una gigantesca fábrica.

Reggio se apoya en la simetría y la armonía para plasmar de forma estética la actividad humana. Hileras de coches en un aparcamiento, miles de tanques perfectamente alineados, diversos portaaviones  rebosantes de aeroplanos de guerra… La sucesión de explosiones y bombardeos transmiten una perturbadora idea: uno de los rasgos más visibles de los seres humanos es la guerra. El derrumbe de edificios y puentes acentúan esta destrucción.

Las atávicas pinturas que abren y cierran la película.


Hay que decir no se divisan apenas personas hasta los 40 minutos de la cinta, cuando irrumpen en tromba. El uso de la cámara rápida en estaciones, centros comerciales, transitadas calles, puertas giratorias, etc., expresa lo atolondrado del ritmo de vida contemporáneo. La gente se semeja aquí a los insectos de los documentales de animales.

Más adelante se intercalan estas escenas con otras que retratan la monótona producción en cadena en fábricas. Y, en medio de todo este torrente de imágenes a cámara acelerada, primeros planos de personas con rostros sombríos que parecen decir "algo no va bien". El tiempo se ralentiza para que el espectador fije su mirada en estos gestos, puesto que en toda la película no se pronuncia una palabra (salvo los cánticos en lengua hopi).

Los últimos minutos de Koyaanisqatsi están dedicados a la noche, y se sirven de las luces de las grandes urbes y las transitadas autopistas para crear coloridas estampas a cámara rápida. Un último vistazo al mismo mural rupestre del comienzo y la definición del vocablo que da título al filme estampan el punto final.

Definición del palabrejo.


La experiencia del visionado no sería ni de lejos la misma sin la minimalista banda sonora de Philip Glass. A veces majestuosa, a veces frenética, se fusiona estupendamente con las imágenes, compaginando cada cambio de escena. Ocasionales coros graves en lengua hopi (se reitera 'Koyaanisqatsi') producen un efecto envolvente. El conjunto de planos y música alcanza tal belleza que podemos afirmar que se trata de una obra de arte audiovisual.

Aparentemente objetiva (puesto que no hay narrador ni tan siquiera palabras), el uso de la cámara lenta o rápida en distintos momentos es una claro indicio de subjetividad. Como lo es también la introducción de rostros expresivos. Koyaanisqatsi no emociona al espectador, pero sí le invita a la reflexión.

Como aspectos negativos podemos señalar que esta catarata de velocidad se hace un poco pesada. No llega a aburrir pese a ser muda, pero se vuelve repetitiva. Esto se traduce en que, si te ausentas cinco o diez minutos, no te vas a perder nada importante.



En conclusión, se trata de un filme único, muy agradable a los sentidos y con una idea de fondo interesante y pionera, pero también un tanto monótono cansino. Imagen y sonido se combinan como nunca, y la partitura de Glass es extraordinaria. A fecha de hoy, no sería mala idea producir un documental similar.


Puntuación: 7



T.O.: Koyaanisqatsi - Life Out of Balance / EE.UU. / 1982 / Dirección: Godfrey Reggio / Elenco: - / Género: Documental / Duración: 87 minutos

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