Hace miles y miles de años, los Anunnaki dieron con el planeta Tierra. Para satisfacer sus perversos intereses, instauraron la especie humana mediante la modificación genética en los primates. Desde entonces hasta ahora, hay un punto del comportamiento en el que parece no haber hecho mella la evolución.
Los niños, esos delincuentes que gozan de la mayor de las impunidades, siguen berreando como animales sin que nadie les ponga freno. Doquiera que vayas, doquiera que estés, siempre escucharás los hirientes chillidos de un niño malcriado. Sus padres, los responsables de haber traído al mundo semejante plaga, poseen la insólita habilidad de hacer oídos sordos al torrente de caos y destrucción que de sus bocas emana.
Los niños, esos delincuentes que gozan de la mayor de las impunidades, siguen berreando como animales sin que nadie les ponga freno. Doquiera que vayas, doquiera que estés, siempre escucharás los hirientes chillidos de un niño malcriado. Sus padres, los responsables de haber traído al mundo semejante plaga, poseen la insólita habilidad de hacer oídos sordos al torrente de caos y destrucción que de sus bocas emana.
Escena desafortunadamente habitual. |