El ladrón de palabras
La literatura es un fenómeno muy abordado en el cine pese a la dificultad que entraña llevar esta actividad a la gran pantalla. Si adaptar novelas resultado complicado, no es nada comparado a tratar de plasmar el trabajo de un escritor de forma amena y transmitiendo emociones. La última película famosa que se introdujo en este intrincado campo fue El ladrón de palabras (2012).
Un escritor de éxito lee su nueva novela ante una multitud de admiradores. se trata de la historia de un escritor fracasado que encuentra un excepcional manuscrito por accidente. Lo publica como suyo para relanzar su carrera, y el libro se convierte en un éxito de crítica y ventas. Todo marcha bien hasta que un anciano le dice que él es el verdadero autor de manuscrito, escrito durante su juventud y basado en un periodo de su propia vida.
Una vieja cartera de una tienda de antigüedades guarda un gran secreto en su interior. |
Los debutantes Brian Klugman y Lee Sterntahl dirigen un filme con tres líneas narrativas. Una externa en la que el escritor de éxito (Dennis Quaid) recita su obra y tiene un encuentro con una admiradora acosadora (Olivia Wilde); otra intermedia, que es la novela en sí, en la que un escritor fracasado (Bradley Cooper) trata de hacer frente al remordimiento ante la confesión del anciano (Jeremy Irons) y a los problemas en su relación con su esposa (Zoe Saldana); y la tercera, que es el relato del anciano acerca de su juventud.
La estructura de El ladrón de palabras es ambiciosa, y su elenco está plagado de intérpretes de renombre. Las actuaciones son más que convincentes, y se confirma la tendencia al alza de Bradley Cooper pese a su perpetuo rostro de pasmo.
La trama visita zonas emblemáticas como el Central Park de la Nueva York actual o la romántica París de la posguerra. Básicamente se tienen todos los ingredientes para cocinar una notable película, pero hay aspectos de la misma que no llegan a funcionar.
París después de la II Guerra Mundial, un escenario idílico. |
La línea narrativa externa, en la que aparecen Quaid y Wilde, está de más. No aporta prácticamente nada al conjunto y el espectador puede pensar que sólo figura para añadirle un nivel más de complejidad, y por tanto de atractivo, a la cinta. Esta matrioska (una historia dentro de otra historia dentro de otra historia), por lo tanto, parece forzada.
Por otra parte, el eje de El ladrón de palabras es la trama romántica y trágica situada en la capital francesa. Esta parte, no obstante, peca de no lograr la conexión emocional con el público. El dramón sentimental resulta mucho menos interesante que la crisis creativa del personaje de Cooper, a caballo entre el éxito y el fracaso y hundido por la aceptación de los límites personales y por la culpa.
Algunos detalles incoherentes (¿qué pruebas tenía el viejo para demostrar que el manuscrito era suyo?) no evitan que el filme enganche al espectador a lo largo de los 96 minutos de metraje. Mientras desfilan los créditos, además, el público trata de encajar las piezas mentalmente, como en las buenas películas.
En conjunto, la primera cinta de Klugman y Sterntahl es un producto interesante con una propuesta inicial seductora que parece desperdiciada. Entretiene e invita a pensar un poco, pero la idea podría haber sido desarrollada con más acierto.
Puntuación: 6
T.O.: The Words / EE.UU. / 2012 / Dirección: Brian Klugman, Lee Sternthal / Elenco: Bradley Cooper, Zoe Saldana, Jeremy Irons, Dennis Quaid, Olivia Wilde / Género: Drama / Duración: 96 minutos |
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