miércoles, 29 de junio de 2011

El asesinato del inmortal Rasputín

En la oscura y fría noche del 29 de diciembre de 1916, tuvo lugar en San Petesburgo uno de los hechos más singulares que recoge la historia. Ese día, nuestro amigo y maestro Grigori Yefímovich Rasputín perdió la vida.

Hay que decir que el primer intento de asesinato que sufrió Rasputin lo llevó a cabo una prostituta fanática inspirada por el monje Iliodor, un antiguo amigo de Rasputin totalmente disgustado con su actitud en los últimos tiempos. La mujer le causó graves heridas en el abdomen, y convencida de su éxito grito "He matado al anticristo". Pero Rasputin superó lo que en principio parecía una herida mortal tras pasar por varias operaciones. Entonces empezó a alimentarse el mito de que Rasputín no moriría jamás.

Volvamos a diciembre de 1916. En la conspiración participaron, al menos, el príncipe Félix Yusúpov, el Gran Duque Demetrio Románov (primo del zar Nicolás II), el político Vladímir Purishkévich y el espía británico Oswald Rayner. Menudo cuarteto de truhanes, oh hermanos.

El plan consistía en que el príncipe Yusúpov invitase a cenar al monje en el sótano de su palacio, y allí ingiriese comida envenenada.  Los compinches del aristócrata permanecerían escondidos en el piso de arriba por si algo salía mal. Un plan letal para cualquier mortal, pero Raspu estaba hecho de otra pasta.

Palacio Moika, a orillas del río Neva.


Yusúpov invitó a Raspu a cenar, y éste se sintió intrigado porque se decía que la esposa del príncipe, Irina, era muy bella. De modo que aceptó la invitación y se presentó el día señalado. En realidad, la esposa de Yusúpov ni siquiera estaba en Rusia aquella noche.

Ante sus ojos se encontraba un larga mesa repleta de comida y bebida ricamente aderezada con cianuro y arsénico (según el propio Yusúpov, había veneno suficiente para matar al menos a cinco personas). Empezó a degustar el vino y preguntó al príncipe dónde estaba Irina. Él le respondió que estaba en el piso de arriba, que bajaría enseguida. Pero al pasar los minutos, el monje se quejó y dijo que no probaría bocado hasta que la viese. Eso sí, pronto cambió de parecer y empezó a jalarse todo lo que pudo y más. Para temor del anfitrión, la leyenda se estaba haciendo realidad, puesto que el veneno parecía no hacer mella alguna en el organismo de Rasputín. De hecho, una vez pareció tener una reacción, pero sólo se había atragantado. Para cuando terminó de saciar su apetito, cogió una balalaika que había por la casa y empezó a cantar alegremente. Después de una hora, se quedó dormido.

Al contemplar a su enemigo en brazos de Morfeo, el príncipe subió al piso de arriba a consultar a sus compinches. Éstos le proveyeron de un revólver para que culminase el trabajo. Cuando Yusúpov descendió, se encontró con el monje de espaldas, observando un crucifijo en una pared. Cautelosamente, apuntó al corazón del siberiano e hizo fuego. Rasputín se desplomó.

Al acercarse el príncipe para confirmar la muerte de su invitado, éste abrió los ojos y súbitamente se levantó agarrándolo por el cuello. Los secuaces de Yusúpov, que habían comenzado a bajar las escaleras cuando oyeron el disparo, empiezan a pegar tiros al gigante barbudo, que salió corriendo y echando maldiciones de aquel infierno. La sangre permitió a los conspiradores encontrar con facilidad a Rasputín en el patio del palacio, y Puriskévich efectuó tres disparos contra el monje, que fue atado y llevado dentro del palacio. Entonces tuvo lugar un espectáculo de crueldad en el que le dieron una paliza como no ha recibido hombre hasta hoy. De hecho, el príncipe utilizó un bastón con punta de hierro para golpear la cabeza de nuestro maestro. Finalmente, un proyectil salido del potente revólver del espía británico Rayner se estampó en la frente del místico.

Fotografía del sagrado cuerpo tomada durante la autopsia.


Después de semejantes tormentos, los malhechores resolvieron tirarlo a un agujero del gélido río Neva. Sin embargo, pocos días después el cadáver fue hallado, y al practicársele la autopsia se encontró agua en los pulmones, hecho que determina que la causa de la muerte fue el ahogamiento. Es más, el cuerpo tenía los brazos levantados, pues el monje trató de librarse de sus ataduras y salir del río helado. En sus memorias, Yusúpov recuerda haber visto cómo se agitaba el supuesto cuerpo de su víctima cuando lo arrojaron al agua.

Dos fueron los extravagantes acontecimientos más importantes que tuvieron lugar después de su muerte. El primero fue que, una vez enterrado Rasputín, circuló el rumor de que en su tumba se encontraba un tesoro. El pueblo, analfabeto y pobre, se dedicó a asaltar cementerios y profanar tumbas hasta que las autoridades decidieron incinerar los restos del venerable monje.

El segundo hecho es todavía más peculiar, ya que del cuerpo de Rasputín sólo se conservan sus partes íntimas. El Museo Erótico de Moscú tiene el privilegio de conservar los genitales del místico siberiano en un frasco de formol. Las hipótesis por las que el "asunto" de este insigne hombre ha terminado expuesto al público son muy diversas. Unos historiadores afirman que durante la paliza en el palacio de Yusúpov fue castrado, otros que su miembro le fue arrebatado en la autopsia, e incluso otros dicen que podría haber sido despojado de su aparato durante su entierro. De cualquier forma, éste no es el legado que debemos tener de nuestro Raspu, cuya sombra sin lugar a dudas fue alargada.

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