martes, 21 de junio de 2011

La naranja genética

¿Has comido algo hoy, hermano? ¿Y de dónde provienen esos alimentos? La respuesta a esta última cuestión definitivamente te sustraerá el hambre.



Creo que es bastante evidente para los ciudadanos alfabetizados de este mundo que, cuando vemos que un producto en el que aparece un país desarrollado como su lugar de origen, seguramente su producción se haya realizado a miles de kilómetros, en algún estado asiático, africano o sudamericano. Lo importante de esto no es principalmente el origen en sí, sino el transporte de los productos. El caso de la comida, que es el que nos ocupa hoy, se caracteriza por la necesidad de conservación. Pues bien, cuando creemos que el rojo tomate que adquirimos en un supermercado es de una huerta vecina, en realidad ese tomate ha sido cultivado en África, recolectado cuando estaba verde y expuesto a gas etileno para que madure durante el trayecto. Vamos, que están hormonando hasta las verduritas, en teoría muy saludables. ¿Y qué hace la OMS? No tengo ni la menor idea. Pero mientras tanto seguimos teniendo todo tipo de frutas y verduras durante todo el año.


Y es que se pretende multiplicar la producción y reducir los costes. Se ha implementado la táctica industrial al sector alimenticio, con los riesgos que ello conlleva.

El caso de la carne es quizás el más significativo. Conocer las lamentables condiciones en las que pollos, cerdos o terneras son criados es importante para saber lo que estamos comiendo. Estos animales son hacinados en barracones a lo Gulag, retozando entre su propia mierda. Son genéticamente diseñados para que crezcan el doble de rápido en la mitad de tiempo, con los problemas físicos y mentales (aunque parezca una broma) que ello conlleva. En la producción industrial de la que estamos hablando, una gallina apenas puede dar dos pasos seguidos porque sus huesos no soportan los kilogramos que ha ganado debido al 'dopping'.

Para evitar el contagio de enfermedades, los granjeros inflan de antibióticos a estos animales, lo que provoca que ciertas bacterias estén presente en la carne. ¿Os suena la contaminación alimenticia? ¿El E.coli? Pues son consecuencia de este avaricioso e irresponsable método de producción de comida.

Las grandes empresas del sector de la alimentación fuerzan a las granjas a utilizar sus propias reglas, según las cuales los animales son tratados como basura. El hecho de que estas corporaciones, que conforman un oligopolio, ostenten el poder político, las convierte en invencibles. Aprueban leyes a su antojo, boicotean investigaciones públicas... Y sus poderosos recursos económicos también les sirve para controlar el poder judicial, pues como sabemos la balanza de la justicia también pesa el dinero de cada parte en un juicio.

Lo único que pido, meramente para saber lo que como (¿"somos lo que comemos"?), es que en el etiquetado de los alimentos se indique si han sido genéticamente manipulados. Y luego ya decidiré yo si me jalo ese monstruo.

Para más información, las autoridades weinorianas recomiendan videar el siguiente documental:

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