domingo, 26 de octubre de 2014

Paraíso, purgatorio, infierno y urgencias

El mundo está enfermo e ir al hospital sólo le hará empeorar. No hay nada como pasar una madrugada en Urgencias para determinar el estado de nuestra civilización. Cuando ves que son necesarias dos horas para que alguien sea atendido, empiezas a sospechar de que algo no marcha bien. Si así es el trato que reciben las urgencias, cómo será el del resto de casos. Las viejas, eso sí, tienen carta blanca para ser tratadas primero así sea la causa de sus males un simple cuesco que las ha despertado de su letargo de momificación.

Cuando descubres a una mujer que entra al servicio y sale apenas un minuto después como si tal cosa, barruntas que algo están tramando. Pronto se despeja la incógnita, pues un caballero entra al mismo cuarto de baño y acto seguido sale echando maldiciones porque alguien ha vomitado en el lavabo. Inevitablemente, al enterarme me entró hambre.




Sales afuera a que te dé un poco el aire, y allá fuera el panorama no es mucho mejor. A escasos veinte metros de la puerta pasan tres muchachas a las que un borracho tambaleante sale al paso. "¿Os han violaaaaao?", les grita con una voz cascada y farfullante para su evidente estupefacción. "Os voy a follaaaaaaar", añade mientras las doncellas huyen despavoridas en busca de un taxi.

El individuo ebrio se dirige entonces al centro sanitario, donde un médico que ha observado la escena  con socarronería le advierte de la siguiente forma: "Si llega a andar cerca un novio o un amigo suyo, te pega una h#st%@ que te deja seco". "Al novio me lo follo también", replica con insolencia. La forma en la que ambos dialogaron me dio a entender que el majadero que iba beodo era asiduo a armar bataholas similares en aquella zona de la ciudad.

Todos esos desmanes fueron desfilando ante mis ojos uno por uno. Aquello fue raro, pues todavía recuerdo con cierta nostalgia cierta vez que estuve ingresado en un hospital durante una semana. Era un niño todavía, y mientras me recuperaba de las heridas recibidas en el campo de batalla disfruté de muchas atenciones por parte del personal sanitario. Quizá ha llovido demasiado y hoy en día a los niños lacerados a manos de sus enemigos les dan la patada apenas abran los ojos.

Hago un inciso aquí para asegurar que mí no me gusta tomar medicamentos. Confío en mi metabolismo privilegiado para superar toda suerte de enfermedades, y ni siquiera recuerdo la última vez que tomé una medicación. Bueno, sí, hace unas semanas me tomé un supositorio para la tos, pero ¿quién se puede resistir a eso?

Después del inciso, que por cierto he insertado aquí porque no se me ocurría un final contundente, me despido por hoy con una hermosa frase escuchada en la calle a un pedigüeño al que nadie prestaba atención: "Que Dios te bendiga y que con suerte cojas sida".

No hay comentarios:

Publicar un comentario