jueves, 8 de octubre de 2009

Si cada uno tuviera una tinaja...

Hermanos, hoy os voy a hablar a uno de los grandes sabios de la Historia de la Umanidad (si le quito una letra no es por analfabetismo ni discriminación hacia los fonemas silenciosos, sino por respeto hacia el Senséi Nietzsche). Éste no es otro que el célebre (aunque desconocido) Diógenes de Sinope. Trataré de elaborar un bello retrato de este egregio ermitaño, uno de los cínicos que más reputación han ido acumulando con el paso de los años.

Diógenes vivió como un vagabundo en las calles de Atenas. Sus únicas pertenencias eran: un manto, un zurrón, un báculo y un cuenco (hasta que un día vio que un niño bebía el agua que recogía con sus manos y se desprendió de él). Ocasionalmente estuvo en Corinto, donde continúo con la idea cínica de autosuficiencia: una vida natural e independiente a los lujos de la sociedad. Según él, la virtud es el soberano bien. La ciencia, los honores y las riquezas son falsos bienes que hay que despreciar. El principio de su filosofía consiste en denunciar por todas partes lo convencional y oponer a ello su naturaleza. El sabio debe tender a liberarse de sus deseos y reducir al máximo sus necesidades.



Una de las cosas que más llaman la atención sobre este genio es su vivienda: una tinaja. Según parece, el filósofo habitaba en este recipiente, aunque los expertos no han podido descubrir a cuánto ascendía el importe de la hipoteca de tan lujosa vivienda (digo yo que poder trasladar tu domicilio por cualquier lugar de la ciudad es todo un privilegio).

Mencionaré, a continuación, algunos de los hechos que mejor definen su carácter:

-Cierto día se estaba masturbando en el Ágora, y quienes le reprendieron por ello, obtuvieron por única respuesta del filósofo una queja tan amarga como escueta: "¡Ojalá, frotándome el vientre, el hambre se extinguiera de una manera tan dócil!".

-Profesaba un desprecio tan grande por la humanidad, que en una ocasión apareció en pleno día por las calles de Atenas, con una lámpara en la mano diciendo: ?Busco un hombre?. Diógenes iba apartando a los hombres que se cruzaban en su camino diciendo que solo tropezaba con escombros.

-En una ocasión, cierto hombre adinerado le convidó a un banquete en su lujosa mansión, haciendo especial hincapié en el hecho de que allí estaba prohibido escupir. Diógenes hizo unas cuantas gárgaras para aclararse la garganta y le escupió directamente a la cara, alegando que no había encontrado otro lugar más sucio donde desahogarse.

-Cuando Platón le dio la definición de Sócrates del hombre como ?bípedo implume?, por lo cual había sido bastante elogiado, Diógenes desplumó un pollo y lo soltó en la Academia de Platón diciendo ?¡Te he traído un hombre!?. Después de este incidente, se añadió a la definición de Platón: ?con uñas planas?.

-Asistiendo a una lección de Zenón de Elea, que negaba el movimiento, Diógenes se levantó y se puso a caminar.

-Se dice que una mañana, mientras Diógenes se hallaba absorto en sus pensamientos, Alejandro interesado en conocer al famoso filósofo, se le acercó y le preguntó si podía hacer algo por él. Diógenes le respondió: ?No, tan solo que te apartes porque me tapas el sol.? Los cortesanos y acompañantes comenzaron a burlarse del filósofo, diciéndole que estaba ante el rey. Diógenes no dijo nada, y los cortesanos seguían riendo. Luego, Alejandro cortó sus risas diciendo: ?De no ser Alejandro, habría deseado ser Diógenes.? En otra ocasión, Alejandro encontró al filosofo mirando atentamente una pila de huesos humanos. Diógenes dijo: ?Estoy buscando los huesos de tu padre pero no puedo distinguirlos de los de un esclavo?.

-Al anunciar Filipo que iba a atacar Corintio, y al estar todos dedicados a los trabajos y corriendo de un lado a otro, él empujaba haciéndola rodar la tinaja en que vivía. Como uno le preguntara: -¿Por qué lo haces, Diógenes?-, dijo: -Porque estando todos tan apurados, sería absurdo que yo no hiciera nada. Así que echo a rodar mi tinaja, no teniendo otra cosa en qué ocuparme.

-Solía entrar en el teatro topándose con los que salían. Cuando le preguntaron que por qué lo hacía, contestó: "Es lo mismo que trato de hacer a lo largo de toda mi vida"

-En mitad de un banquete, algunos invitados comenzaron a arrojarle huesos como si se tratara de un perro. Diógenes se les plantó enfrente y comenzó a orinarles encima, tal como hubiera hecho un perro. También le gritaron ?perro? mientras comía en el ágora y él profirió: ?¡Perros vosotros, que me rondáis mientras como!? Con idéntica dignidad respondió al mismísimo Platón, que le había lanzado el mismo improperio: ?Sí, ciertamente soy un perro, pues regreso una y otra vez junto a los que me vendieron?.

-Se le considera inventor de la idea del cosmopolitismo, porque afirmaba que era ciudadano del mundo y no de una ciudad en particular.

-Sus últimas palabras fueron: ?Cuando me muera echadme a los perros. Ya estoy acostumbrado.?

Creo, oh ciudadanos, que con todas estas anécdotas y datos estaréis de acuerdo conmigo en la humilde grandeza de este ilustre maestro del conocimiento. Yo ya me he comprado una tinaja y he decidido marcharme a vivir al campo. La respuesta a mis aflicciones quizá sea una vida más sencilla. Desde hace tiempo me asalta una duda: si realmente soy un misántropo, ¿cómo puedo sentir admiración por otros seres humanos?

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