Hermanos, no hay método más raudo de conseguir un dolor de testa que encender un transistor y seleccionar determinadas emisoras 'musicales'. Y escribo 'musicales' entre comillas porque me niego a considerar determinados ruidos como música. Mamarrachos impresentables como Lady Gaga, Justin Bieber o Eminem ocupan las ondas y provocan colisiones de tráfico a raudales entre los conductores desprevenidos.
En atención a los lectores más exóticos, no nos vamos a olvidar del panorama musical español, copado por la flatulenta vocecilla del vocalista (que paradójicamente no sabe vocalizar) de El canto del loco. Junto a este verdugo de los tímpanos se encuentran otras bandas terroristas de similar talento.
Es obvio que en la actualidad existe una vasta cantidad de cantantes y grupos musicales de calidad, pero en la radio tienen presencia mayoritaria los esperpentos que antes he descrito. Con repetir infinitas veces cuatro o cinco 'canciones' (por llamarlas de algún modo), algunas emisoras ya tienen el 90% del día ocupado. Y lo peor de todo es que este sistema les funciona, porque es lo que la chusma demanda: basura electrónica y una furcia mascullando tonterías en inglés, ahí tenemos la fórmula del éxito musical en estos tiempos.
Cualquiera señalaría que el gusto de la plebe ha decaído tanto que incluso se confunde la música con el puro ruido electrónico. Espero que en un futuro no se recuerde esta década con la perniciosa banda sonora que nos ofrecen las ondas a diario. "Para gustos, colores", diría un palurdo, pero sabed, hermanos que "la mierda, mierda es, por mucho perfume que le pongan".
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