"Cuando el río suena... pilas lleva" dijo un anónimo caminante de las calles que frecuentemente transito. Esto es intolerable. El populacho no sabe hablar, y eso que hablar constituye una actividad fundamental para la vida humana. Claro, si ya van mal desde la base... Cualquier día llegarás a casa y te encontrarás a alguien cagando en el fregadero.
Particularmente detesto a los cosmopaletos que colocan un artículo delante de nombres propios de personas. Así, cuando llegan a mis oídos expresiones como "la Patri", "el Migue", "la Thatcher", "la Esteban", "el Alonso", etc., irremediablemente un litro de vómito me recorre el cuerpo del estómago a la garganta.
Y no hablemos ya del vulgo que trata al prójimo con una insolente familiaridad. Es comprensible que las personas aprendan a hablar escuchando a sus papás, pero ello no significa que deban imitarlos completamente: no me gusta que se dirijan a mí como "hijo" o "cariño" o escuchar que a ciertas féminas las llaman "guapa" porque sí. Ciudadanos del mundo, sabed que hay que mantener una cierta distancia con gente a la que se conoce, y hay una serie de cosas que no se le puede decir.
Por ejemplo, y esto es un mensaje directo para las viejas, basta ya de preguntar al reverendo Weinor "¿tienes alguna amiguita?". Que esto te lo pregunte alguien a quien te acaban de presentar (y ni siquiera recuerdas su jodido nombre) es un asunto grave.
Por gentuza como ésta la sociedad está enferma. La pípol no capta que uno de los pilares básicos del buen funcionamiento del mundo es el RESPETO. Respetar la vida privada (carcamal, esas preguntas házselas a las plantas, que son las únicas que no pueden huir de tu maldad) y la integridad física (soy plenamente consciente de mi potencial atractivo físico, pero no me toquéis) debería ser práctica habitual en un país desarrollado. Ya no cagamos en cubos y tiramos la mierda a las calles. La mente humana ha evolucionado. O, al menos, eso me gustaría pensar.
Vivir en ocasiones es tan irritante... Suscribo cada una de éstas tus palabras, perspicaz guerrero. Y sin conocernos de nada.
ResponderEliminarLlevo algunos días leyéndote extrañamente fascinada, pues tu discurso evoca recurrentes pensamientos que me atrapan constantemente con similares resultados (vómito, etc.)
Es hora de huir del momentáneamente útil anonimato.
¿Acaso no temes quedar enredada en mi lustrosa barba? Cuidado con la demencia, que es contagiosa e incurable.
ResponderEliminarPrimero de todo, adoro las barbas.
ResponderEliminarEn segundo lugar, la demencia es de las más apasionantes patologías que asolan la humanidad, aunque sea terriblemente dura de padecer cuando la incomprensión se hace infinita.
Buenas tardes, reverendo.