jueves, 22 de abril de 2010

El autobús de la psiqué

Extrañas son las cosas que le suceden a vuestro hermano Weinor. Ayer fue un día de contrastes. Cómo no, en el autobús, que es el vehículo de la plebe, observé varios hechos dignos de mención. El primero, que al señor conductor se le ha ido la pinza y me ha devuelto más dinero del que le he entregado para pagar el billete. Ver como me largaba las monedas de 1 y 2 euros ha sido un gratificante espectáculo. Lo mejor ha sido una inusual sensación de gozo conforme me retiraba con un dinerillo de más.

Respecto al segundo, nada más sentarme se me queda mirando un primate con un gesto rebosante de furia y odio. La causa de esta irracional actitud la achaqué a un estreñimiento atroz del oligofrénico en cuestión, pero de todos modos tuve que hacer un gran esfuerzo para no descacharrarme de la risa. Por todos los dioses, cuánto colgado hay en el mundo. Si estás leyendo esto, Don Palomino, significa que nuestros primos los simios han sido alfabetizados. Espero que, en un futuro lejano, los simios tratéis bien a Charlton Heston.

A los pocos minutos de suceder este pequeño altercado con el palurdo gorilesco, un asiático pega un salto acrobático utilizando una barra para girar en el aire y darle al botón de STOP. La peculiar "perfórmans" del chinaca hubiera sido digna de ovación si no fuera porque la realizó pocos segundos después de arrancar el autobús, así que una de dos: o se había olvidado de bajar en la parada anterior o es que no sabe que entre una parada y otra hay al menos un minuto, ergo no es preciso arriesgar la crisma para darle al botón nada más moverse el bus. Quién sabe, quizá le había dado al Red Bull antes de subir a la caravana de la mugre.

Decididamente éste era un trayecto extravagante. Poco antes de iniciar el recorrido había escuchado las escalofriantes confesiones de dos compañeros de armas. Uno de ellos admitía sin ningún pudor que hurtaba pastelitos en uno de esos decrépitos establecimientos alimenticios llamados Mercadona. Peor ha resultado lo del otro. El muy bergante va y me dice que es maoísta, y cada dos minutos reiterando la blasfemia.


En otro momento del día, la visión de una iglesia me ha provocado lo que el vulgo llama "flashback" y lo que los eruditos denominamos analepsis. El caso es que hace unas semanas tuve un sueño que desgraciadamente mi memoria lo guardó demasiado bien. Pues bien, al observar el citado templo se me vino a la mente el sueño, que podría oscilar entre los universos de Kafka y Poe.

En el sueño, me hallo en una amplia explanada de piedra caliza. Al fondo contemplo un lago de quedas aguas (no hay ninguna ola, sino que la masa líquida permanece hierática como la de un vaso de agua), así como el ocaso del sol. La extrema quietud de este fondo me hace pensar que quizá se trate de un póster. A pesar de estas condiciones, el ambiente está iluminado por una mortecina luz azulada. Cuando me giro, contemplo dos estructuras en mitad de la explanada: a la izquierda, un pequeño monasterio en ruinas; a la derecha, una estatua de un tipo a caballo encabritado a quien no reconozco. Me resulta muy evidente que el monasterio es muy antiguo, pero la estatua es realmente muy nueva. Me parece de muy mal gusto que pusieran ese pedestal de reciente factura a veinte metros del humilde y vetusto edificio. Alrededor de ambas construcciones hay gente con atuendo monacal, pero más que personas parecen espectros oscuros. No se mueven ni emiten sonido alguno. Yo, tan tranquilo, le doy una vuelta a la estatua y la contemplo con detalle. Acto seguido, penetro en el monasterio. En el interior confirmo que es realmente diminuto: apenas consta de un claustro con unas pequeñas habitaciones a su alrededor. El claustro apenas tiene quince metros de lado, y lo más sorprendente es su pésimo nivel de conservación. En él se aglutinan una veintena de tumbas, con cruces de madera podrida, e incluso esqueletos desparramados por entre la rala vegetación. Y yo tan contento, adentrándome en la pequeña necrópolis para verlo todo bien de cerca. Después, me interno en una de las habitaciones que rodean el claustro en la que veo algo muy brillante. Desgraciadamente, la cámara de la película pasa a tercera persona y sólo me veo entrar. La cosa brillante emite una luz amarilla, que al mezclarse con la azulada crea un ambiente verdoso. Finalmente, salgo de esa sala y del monasterio. Los espectros siguen en su sitio. Vuelvo a dar una vuelta a la estatua, sin prisas, y permanezco luego mirando fijamente el lago. Fin del sueño.

Cuatro horas después de este enigmático suceso, ya me encontraba deprimido pensando en el suicidio. Y eso que todavía no había contemplado la deshonrosa victoria de los San Antonio Spurs contra mis loados Dallas Mavericks. Claro que, si cuentas con la ayuda de un santo, es más fácil. Esperemos que Dirk y compañía enmienden este contratiempo con un buen par de palizas en la tierra de El Álamo. Hablando de los playoffs, uno se da cuenta de que los Cavaliers, los Lakers, los Celtics, los Hawks y los Magic se están dando un paseo, pero hay otros como los Nuggets o los Suns que podrían ser sorprendidos por sus rivales.


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