lunes, 4 de enero de 2010

Escena IV: El Bosque (1.ª parte)

Advertencia: la narración que leeréis a continuación está totalmente basada en hechos ficticios. Espero que los personajes que en ella intervienen no me denuncien a la SGAE o a otras asociaciones del Hampa semejantes.

En un pueblecito chiquitito chiquitito de un lugar de por ahí hay una posada. En una de sus mesas, cinco comensales conversan nerviosamente. Ellos son el Sargento Hartman (sí, ése de La Chaqueta Metálica), Friedrich Nietzsche, Bruce Lee, Dante Alighieri y un científico llamado Lawrence.
-Esto no me gusta -confiesa en voz baja Nietzsche.
-¿Qué te pasa? ¿Estás nervioso? -inquiere airado el Sargento.
-Pues sí, señor.
-¡¿Te pongo yo nervioso?!
-Señor...
-¡¡Señor, qué!! ¡Estabas a punto de llamarme gilipollas!
-No, señor. Yo sólo...
-Mejor será que no me encabrones, porque si no te abro la cabeza y te follo hasta el hígado.

Como habréis podido deducir, el Sargento se escapó del psiquiátrico recientemente. La ausencia de la medicación le enerva peligrosamente, de modo que el resto de comensales fingen temerle, aunque en realidad saben lo defectuosa y frágil que es su mollera.



Por su parte, Dante mantiene una interesante conversación con el Dr. Lawrence:
-Tengo entendido, doctor, que su primer descubrimiento de importancia fue lo que ha dado en llamarse el Foco Irradiador de Tarkovsky.
-No lo creo. El Foco Irradiador de Tarkovsky no fue el primero, ni fue importante; ni siquiera fue un descubrimiento. Por otra parte, tampoco fue del todo mío.
-Debe de estar bromeando, doctor. el Foco Irradiador de Tarkovsky es un concepto corriente hasta para los escolares.
De pronto, Friedrich Nietzsche se atreve a sugerir:
-¿Por qué no hablamos de arte, mejor? ¿No creen que a los presentes les interesaría conocer mi opinión sobre el incomparable Godi Müller?
-¡Puta mierda, no me convences! -grita Hartman.
-Por favor, caballero -ruega Dante-, no eleve tanto la voz. Recuerde que estamos en una misión de incógnito.

Justo en ese preciso instante aparece por la puerta de la posada un individuo de singulares características: alto, de más de dos metros, pero extraordinariamente delgado, esmirriado podría decirse. Viste un estrecho abrigo negro, y su rostro permanece casi en su totalidad oculto por un antifaz y una barba gris llena de mugre.
-Soy Kalur Ubsen, aunque ustedes pueden llamarme por teléfono.
Este original chiste no impresiona a nadie excepto a Nietzsche, quien tiene que apretarse la boca con las dos manos para no sobresaltar a los presentes con una de sus inquietantes carcajadas.
-Me estaban esperando. Salgamos.

Los cinco huéspedes de la posada se ponen en pie y siguen en fila india a Kalur Ubsen, que se dirige a la salida del edificio. Una vez fuera, y tras cerciorarse de que nadie les ve ni les oye, esto es, de que ningún hijo de puta entrometido les esté espiando, reanuda su charla.
-Muy bien, como ya les prometí les guiaré por El Bosque. Obedezcan mis órdenes y no se detengan nunca. La empresa que vamos a acometer es muy arriesgada. Pero primero, quisiera que ustedes se presentaran.

Los cinco, que estaban dispuestos en semicírculo alrededor del guía, proceden a hacer lo propio.
-Buenas noches. Como todos sabrán, yo soy el célebre filósofo y vendedor de cepillos Friedrich Nietzsche. Mi frondoso bigote es el icono de los tiempos modernos, y por el módico precio de ochorropotocientos millones de marcos andorranos les daré uno de sus pelos.
-Saludos. Los gentilhombres me llaman Dante Alighieri. Soy el mejor poeta italiano de la historia, autor de esa gran obra maestra que es la Divina Comedia (nota del autor: de comedia tiene poco, y de divina mucho menos), así como de varios tratados en latín sobre literatura, política y filosofía. Si se comportan adecuadamente y como corresponde a los señores dignos de recibir semejante nombre, al final de la expedición les firmaré un autógrafo con mi pluma y les regalaré un pin.
-Zà i lià yuà Bruce Lee. Nin zun en de yuà hen làu.
-Hola. Me llamo Leonard Lawrence...
-¿Lawrence? -interrumpe bruscamente el Sargento-. ¿Lawrence de qué, de Arabia? Ese nombre me suena a la realeza. ¿Eres tú de la Casa Real? No me gusta lo de Lawrence, sólo los maricones y los marineros se llaman Lawrence. Desde hoy te llamarás "Recluta Patoso".
-Por Dios, lo que hay que soportar. Como decía, soy un prestigioso científico de la Universidad de West Virginia, especializado en el complejo campo de los electrodomésticos.

Tras estas palabras, se hace un silencio. Finalmente, Ubsen decide hablar:
-Falta usted. ¿Cómo se llama?
-Yo soy el único que hace preguntas aquí. ¿Lo entiendes, recluta? Soy el sargento de artillería Hartman, vuestro instructor en jefe. Si alguno de vosotros, nenas sale de este bosque, si sobrevivís al entrenamiento, seréis como armas, ministros de la muerte, siempre en busca de la guerra. Pero hasta ese día sois una cagada. Lo más bajo y despreciable de la Tierra; ni siquiera algo que se parezca a un ser humano. Sólo sois una cuadrilla de desgraciados, una panda de mierdas inútiles pasados por agua. Como soy muy duro, sé que no voy a gustaros; pero cuanto peor os caiga mejor aprenderéis. Soy duro pero soy justo, y aquí no hay ninguna intolerancia racial: no desprecio a nadie porque sea negro, judío, latino o chicano. Aquí todos sois igual de insignificantes. Y mis órdenes son acabar con todos aquellos que no sean capaces de dar la talla en mi amado cuerpo. ¿Me entendéis, capullos?
-Creo que ya entendemos todo... puto majadero...



CONTINUARÁ

No hay comentarios:

Publicar un comentario