Una vez efectuadas las presentaciones, Kalur Ubsen reanuda su palique:
-Muy bien, caballeros. Dentro de unos minutos nos adentraremos en uno de los parajes más inhóspitos de la Tierra. Si me obedecéis mis órdenes, si hacéis lo que yo os digo, quizá sobrevivamos todos. Cuando os diga que no os mováis, no os mováis. Cuando os diga que os escondáis, os escondéis. Cuando diga que...
-Aprovechando este histórico momento -interrumpe Dante-, este maravilloso instante digno de ser transcrito a los anales de la historia y ser estudiado por los sabios miembros de la Congregación Universal de Eruditos Sibaritas y Conocedores del Orden. Ya merodea en mi mente la imagen de los rapsodas cantando nuestra gesta, nuestra heroica hazaña...
-¡Cierra la puta boca, pe-Dante de mierda! -espeta Ubsen.
Mientras el poeta y el vagabundo se enzarzan en una absurda discusión acerca de la "capital importancia" de esta excursión campestre, el Dr. Lawrence extrae del bolsillo un termómetro y comprueba la temperatura, que acto seguido anota en su "Diario de investigación". Al ver esta mamarrachada, Niche no puede hacer otra cosa que recitar una de sus frases más estúpidas:
-Los monos son demasiado buenos para que el hombre pueda descender de ellos.
Esta bellaquería darwinista provoca que el Sargento Hartman despierte de su letargo. Lamentablemente, debido al barullo organizado por Ubsen y Dante, no sabe quién demonios ha vomitado esa majadería.
-¿Quién ha dicho eso? ¿Quién coño lo ha dicho? ¿Dónde está ese comunista de mierda, la maricona soplapollas que acaba de firmar su sentencia de muerte? ¿Nadie, eh? Por lo visto ha sido la Reina de los Mares. ¡Os voy a triturar! ¡Vais a hacer ejercicio hasta reventar! ¡Vais a hacer instrucción hasta que se os quede el culo como mantequilla!
Los demás se quedan paralizados y silentes ante semejantes chillidos demenciales, y mientras Hartman prosigue en sus amenazas nuestro querido Federico susurra:
-La palabra más soez y la carta más grosera son mejores, son más educadas que el silencio.
Esta nueva muestra de desequilibrio no hace más que acentuar la paranoia del pobre militar, quien se acerca a Bruce Lee.
-¿Has sido tú, rata asquerosa?
-Wù, shi.
-Eres un "cagao" y pareces un gusano inmundo. Seguro que fuiste tú.
-Pero hombre -interviene Ubsen-, ¿no ve que es chino y no lo entiende?
El Sargento le dirige una mirada psicópata al chinaca y le dice:
-Maldito "charlie" de mierda, no te perderé de vista.
-Bueno, ya veo que con esta panda de subnormales que tengo como clientes no puedo hacer ninguna explicación. Seguidme y ya os diré contando cosas sobre la marcha.
Kalur Ubsen se pone en movimiento, y su séquito de bribones le siguen. Tras veinte minutos de trayecto, los seis mosqueteros se detienen ante una oxidada puerta de hierro situada en el mismo umbral de El Bosque. Los tenebrosos árboles ocupan todo el espacio visual de los exploradores, quienes ciertamente empiezan a temblar (algunos de miedo, otros a causa de la heroína).
-Antes de penetrar en este ominoso territorio -proclama solemnemente el Dr. Lawrence-, públicamente decir quisiera una cosa. Dios bendiga América.
CONTINUARÁ
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