viernes, 8 de enero de 2010

Crónicas de mortales entre los escombros

Hermanos, hoy comenzaré transcribiendo un apasionante relato de las andanzas por ese gran gusano nauseabundo que es el metro. El autor no es otro que el ya antes denominado como Miku.

"Iba yo tan contento a coger el metro el jueves para ir a una práctica de la Universidad, sin sospechar que ése sería otro mal día. Al detenerse el transporte, yo intenté abrir la puerta, cosa que no conseguí. Mientras la gente me miraba con el gesto típico del agotamiento de una vida vacía de interés pero llena de banalidad, al hijo de perra del conductor no se le ocurrió otra cosa que largarse. Sin embargo, y gracias a la acción de algún agente desconocido (quizá fuera la erosión), mientras el vehículo estaba en movimiento se me abrió la puerta, por lo que pude penetrar en ese gran supositorio conocido como metro.

Una vez en la boca del lobo, me siento (cosa que no es fácil, hay que ser afortunado o un viejo para poder hacerlo), y asisto a un espectáculo bastante bochornoso. Cerca de mí había un tipo de apariencia bastante afeminada gritando con su voz de ardillita atropellada: "Sésad, Séééééésad. ¿Estás ahí, Sesad? ¡Sesíííííííín, háblame!" (entiéndase "Sésad" como "César", o eso supongo).

Los demás viajantes del tiempo le echaban torvas miradas, pero yo me reía como una hiena viendo Sálvame. "Sésad, ¡Sésaaaaaaad! ¿Tú te has ido antes de tu hora? Es que a mí me han dicho, Sésad, que te fuiste a las cuatro y media. Ya, pero tu hora de salir es a las cinco, que son ocho horas. Bueno, cari, pero que no pasa nada, que eso lo hacemos todos, chica".

Obviamente, en mi cabeza revoloteaban las palabras: "Hala, qué puto marica"."



Como habréis podido leer, hermanos, el mundo está podrido. Día a día nos asalta chusma de este calibre, escoria que no debería existir. Sin ir más lejos, hace tres o cuatro años yo transitaba despreocupadamente una calle de cierta villa, cuando de pronto se me acercan dos niños gitanos con flores blancas (evidentemente robadas del cementerio más cercano), y uno de esos pequeños diablillos me las pone en la cara diciéndome: "Agüele, agüele esto. ¿A que agüele bien?" (en cristiano: "Huele, huele esto. ¿A que huele bien?"). Yo no tengo nada contra los gitanos, pero me dan ganas de vomitar y deberían estar muertos todos, malditos delincuentes, harapientos y analfabetos. Ojalá os coma la mierda un día de estos por no limpiar en vuestras chabolas. Oh, disculpad mi exaltado ánimo.

Finalmente, tras publicar estos dos testimonios de la mugre que nos rodea y en ocasiones nos mancha, os aportaré la prueba de fuego. Si buscáis en el Google "rae", descubriréis algo sorprendente. El primer resultado es, obviamente, la página oficial de la Real Academia Española. Lo curioso es que justo debajo, a modo de secciones, se encuentra llamada "Gilipollas", precisamente encima de "Español al día". No sé por qué tiene tanta relevancia esta palabra, quizá sea el vocablo más buscado en el diccionario de la web, pero el caso no deja de ser hilarante.

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