jueves, 17 de diciembre de 2009

Escena III: El autobús

Advertencia: lo que vais a leer a continuación, hermanos, está desgraciadamente basado en hechos reales. Agradezco a Miku su colaboración para poder contar a todo el mundo esta maravillosa historia. Con el fin de mantener oculta la identidad del desgraciado protagonista de este suceso, procederé a referirme a él como K., siguiendo las técnicas kafkianas de El castillo (realmente esta historia parece extraída de esa novela).

Iba K. en el autobús, tranquilamente, en dirección a casa, cuando de pronto se fijó en algo realmente impactante que le marcaría para el resto del día: una vieja corría tras el transporte como alma que lleva el diablo, circulando a la velocidad que le permitían sus piernas entre coches, motos y demás tránsito urbano. El autobús se detuvo ante un semáforo en rojo, lo que concedió a la viejales la oportunidad de aproximarse a la puerta del mismo. Inconcebiblemente, la anciana se puso a golpear la puerta con rudeza, desesperación y con el semblante de una puta zorra chiflada inflada de lacasitos (éxtasis). Incluso tuvo el detalle de pegar su maléfico y repulsivo rostro al cristal para ver mejor el interior del vehículo. El pobre conductor se limitó a indicarle que esperara en la parada siguiente si quería subir, de modo que de nuevo salió disparada como la ventosidad de un pastor que lleva una semana entera tragando fabada.



Al llegar a la parada, la vieja penetró cual Aquiles en Troya mientras gritaba:
-¡Que no salga nadie de aquí! ¡Tú -al autobusero-, cierra las puertas!
El aspecto de enajenada mental contribuía enormemente a dudar de la estabilidad mental de esta criatura del Averno, así que los presentes decidieron no efectuar ningún movimiento sospechoso para evitar su febril mirada. Sin embargo, la viejuna explicó que sabía que quien le había sustraído su cartera era un chico joven, porque (y ahí basaba toda su hipótesis), "había estado hablando con un chico joven antes de bajarse del autobús".

No discutiremos ahora sobre si la señora tenía la memoria más defectuosa que el váter del Burger King. Tristemente, los dos únicos jóvenes presentes en el automóvil eran un moro y nuestro K. Obviamente, la vieja no se percató de que varios jóvenes se habían apeado en la misma parada que ella. Esta clase de sutilezas tan sólo están al alcance de unos pocos privilegiados mentalmente. De modo que, haciendo caso a su instinto, decidió acusar al moro:
-¡Has sido tú! ¡Estoy segura! A ver que llevas ahí -al tiempo que le arrancaba la mochila, la abría y la registraba a conciencia. El pobre muchacho no pudo hacer más que decir:
-Está loca, señora, está loca.
Ante este bochornoso espectáculo y los violentos aspavientos de epilepsia de la viejuna, K. se retiró hacia el fondo del autobús. Craso error. Mientras un osado señor exhortaba a la demente a que pidiese disculpas al pobre moro (por supuesto, ella se negó alegando que "eso faltaba, pero si es un delincuente", K. intentó pasar desapercibido. Pero dicen que los puercos tienen el olfato muy desarrollado, así que no tardó en ser descubierto.
-Tú, ¿adónde vas? ¡Ven aquí, ladrón!
-Señora, déjeme en paz.

Mientras la vieja zarandeaba a K. intentando arrebatarle la mochila, el moro se quejaba:
-Esto es racismo.
-Esto no es racismo -alegó K.-, es la subnormalidad de la tía ésta.
Obviamente, la anciana proseguía en su afán de perturbar la paz mundial, y finalmente K. tuvo que pronunciar la siguiente sentencia (perdóname, Jesús):
-Señora, o me deja en paz o las hostias van a ir como los panes: calentitas y del día.
-¡Encima con amenazas! ¡Ladrón, devuélveme la cartera! -farfulló.



Afortunadamente, el autobús había proseguido su marcha, y al detenerse en la próxima parada, K. debía bajarse. Pero las cosas no iban a ser tan fáciles.
-Tú, no te bajes, espera a que venga la policía. ¡Cierra las puertas!
K., que en ese momento ya estaba un poco hasta las cejas, no prestó atención a las palabras de la abuelita, y decidió apearse y encaminarse hacia su destino.
-¿Adónde vas?
Entonces ya no pudo más.
-¡A gastarme el dinero de su cartera!

ACTA EST FABULA

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