-Ahora es tu turno, bastardo -sentencia, blandiendo su sangrante arma en dirección a Dante.
Los cinco exploradores del inodoro permanecen estupefactos ante el cruel destino que les espera. El enano demente agita su hacha oxidada mientras se afana en recordar algún acertijo. El tremendo esfuerzo mental que está realizando provoca que en su rostro se observen las mismas facciones que cuando tú vas a cagar estando estreñido. Ante tan dantesca (nunca mejor dicho) situación, a Dante Alighieri le tiemblan las piernas.