domingo, 15 de noviembre de 2009

Centauros mecánicos

Oh, hermanos, una furia semejante a la del todopoderoso Zeus cuando padece hemorroides me recorre el cuerpo a causa de esos malditos seres malignos. Me estoy refiriendo, cómo no, a los que se hacen llamar ''minusválidos''. Sí, a esos centauros mecánicos, a esos humanoides. Mi cólera se ha desatado al comprobar la total desvergüenza que algunos minusválidos exhiben, aprovechándose de los humanos ''bípedos''. Tal vez penséis que el hecho de que algunos bellacos actúen de forma indecente no es suficiente para gargar toda la culpa a todo el colectivo de las ruedecitas, pero es que el único minusválido bueno es el minusválido muerto.



Se aprovechan de los demás para no moverse diez metros, poniendo esa carita lastimera de perritos atropellados que hace que te sacrifiques por ellos. ¿Pero acaso se cansan de desplazarse unos metros de más? ¡Sepasan todo el día sentados, hermanos, y aún nos piden que les hagamos favores! Tamaño despropósito no es fácil de desagraviar.

Por otro lado, encontramos sus privilegios. Sí, habéis oído bien, hermanos: PRIVILEGIOS. Por el mero hecho de ser minusválidos les regalan plazas en las facultades (ni que fueran retrasados mentales, ellos también pueden estudiar, ¿no?), a las que sin duda se aferran como si la vida les fuera en ello, pero luego apenas van a clase, realizando ''descansitos'' de un mes entero, 30 jodidos días sin ir a clase. Pero claro, habrá algún pobre diablo al que le habrán arrebatado su plaza estos bribones holgazanes. Además, según parece les resulta insoportable asistir a todas las clases, así que sólo van a dos de cada cinco los días que asisten. Un maravilloso ejemplo de agradecimiento por el extraordinario regalo de la plaza en una facultad.

Otro privilegio del que gozan son esas plazas de aparcamiento con el infame símbolo satánico sobre ellas. Nunca he visto que estuviesen ocupadas por minusválidos. La mayoría de las veces están vacías, y en ocasiones algún justo caballero aparca su carroza en ellas, sin preocuparse por el qué dirán. Y es que la multa que imponen las injustas autoridades por cometer semejante heroicidad es de 200€. El pago de doscientos euros es el resultado de no caer en la tentación cuando los conductores buscan desesperados dónde estacionar sus vehículos, y una y otra vez pasan por delante de las dichosas dos plazas para minusválidos vacías. Por si fuera poco, el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI), más conocido como el Eje del Mal, propuso quitar puntos a los nobles conductores que ocupasen las plazas de los centauros mecánicos.

¡Demonios, a dónde vamos a llegar! El otro día, uno de esos malignos seres casi me arrolló en un pasillo, pues circulaba a una velocidad indebidamente elevada, y ni siquiera se molestó en alertar a la gente de su amenazadora presencia, sino que los peatones tuvimos que hacer uso de nuestros reflejos para evitarlo.

Grrrrrrr... mi paciencia es ilimtada, pero mi instinto asesino no. Cuando vislumbro a sonrientes minusválidos como el siguiente, me entran ganas de pincharles las ruedas de sus diabólicos vehículos.



Por todo esto, hago un llamamiento para liberar al mundo de la tiranía de los discapacitados, que se aprovechan de la sensibilidad de gente tan piadosa como yo mismo y la esclavizan. Finalizo pues con este grito de guerra, hermanos: ¡A ellos, por Dios, no puedo soportar tamaña afrenta! Amén.

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