lunes, 1 de febrero de 2010

Memorias de un infante

Hermanos, estos días he estado releyendo mi diario de cuando era un infante. Me han llamado poderosamente la atención las faltas de ortografía, característica habitual de todo escrito de un chiquillo (ya se sabe, "sodomía" sin acento, "cadáver" con b, "anal" con h, etc.; en fin, cosas de niño). Sin embargo, lo más destacado han sido los episodios truculentos de mi atolondrada infancia. Entre ellos, he querido transcribir el que leeréis a continuación. Tenía nueve años.

Querido diario:

Hoy ha sido un día intenso. Mi abuela me ha regalado un libro, puesto que era mi santo. Tremendamente excitado por la ilusión, he desenvuelto el regalo y lo he visto: era un libro con una portada bastante colorida (algunos dirán que era "gay"), y junto con él venía un bolígrafo de idéntica decoración. Obviamente, como soy un niño muy bien educado, le he dado las gracias a mi abuela con una falsa sonrisa. Una vez me he metido en mi habitación, he empezado a cagarme en la puta que la parió por darme esa mierda de regalo el día de mi santo. Joder, anda que no hay cosas mejores que un librito con un boli.

El libro en cuestión, "Sammy, Pips y el tesoro mágico", es de una popular autora de "literatura infantil" (ésa que escriben los retrasados mentales), cuyo nombre no voy a escribir para no ensuciar mi diario. El caso es que el argumento era bastante pobre: un niño que tenía un mono parlante como amigo (¿?) se adentraba en un castillo para hallar un tesoro. Sin embargo (uf, qué giro de guión, ni Hitchcock lo haría mejor), un fantasma los descubre y los persigue. Ellos tratan de esconderse de ese ser, pero...

Flipante, ahora viene lo mejor. Después de unas 50 páginas rellenas de idioteces, ¡el resto estaba en blanco! Y encima había una especie de justificación: "Usa el bolígrafo mágico y termina la historia como tú quieras". No podía creerlo, pero era cierto: la autora pretendía que yo escribiera el final del libro con el "bolígrafo mágico". Evidentemente, lo primero que hice fue defecarme en mi abuela por atormentarme con esta bazofia de libro.

Tras calmarme, decidí retomar el argumento a mi manera. Relamiéndome los labios, me imaginaba toda clase de torturas a las que Sammy y su puto mono Pips iban a ser sometidos. Desgraciadamente, el "bolígrafo mágico" era, en realidad, una mierda barata de bolígrafo, lo que se conoce como una "auténtica cagada". Así, cuando intenté empezar a escribir la continuación del cuento, al bolígrafo se le salió toda la tinta en un santiamén, y el libro quedó totalmente bañado en tinta. No podía dar crédito.

Profundamente dolido, decidí enviar una carta a la editorial, dirigida a la autora, reclamando una compensación por los daños y perjuicios (me manché la ropa y todo). La cerré para no enseñársela a mis padres, de modo que pudo evitarse la censura. Esta carta contenía frases como "¿La cualidad mágica del bolígrafo es que te llena de mierda de la cabeza a los pies cuando intentas escribir? Pues vaya cagada."; "Supongo que a la autora le habréis pagado la mitad, porque la muy zorra sólo ha escrito medio libro."; "Realmente, no concibo un mundo en el que soplapollas como vosotros publiquéis libros", etc. Ya veremos si contestan.



Lo realmente sorprendente, hermanos, fue que la célebre autora me respondió por vía epistolar. Aún conservo la prueba. La transcribo a continuación:

Querido lector:

He repasado atentamente tus críticas, y he decidido enviarte esta contestación. Generalmente mis lectores son niños medio subnormales y no distinguen entre un buen libro y el pedazo de truño que tu abuela te ha comprado. Confío en que siga habiendo gilipollas tan grandes como ella para que yo pueda seguir viviendo del cuento, literal y figuradamente. No sabes cuánto me he reído imaginándote manchado de tinta, con cara de palurdo y con mi mierda de libro en las manos.

Me has pedido una compensación económica por los "daños" que según tú te he provocado. En vez de eso, te voy a dar un buen consejo: Dile a la zorra de tu abuela que la odias y tírate por la ventana de un sexto piso. Así, cuando lo escuche en las noticias me partiré el ojete un buen rato.

Sin nada más que decirte, salvo que espero que te mueras de cáncer,

Atentamente, X

PD: Que te follen, malparido.

Ciertamente, hermanos, sucesos como éste desmoralizarían a cualquier zagal. Al menos supongo que esta clase de desgracias han contribuido a forjarme como soy: un auténtico Übermensch.
Amén.

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