jueves, 25 de agosto de 2011

Desde lo alto...

Hermanos, hoy haré mención a una corriente de comportamiento que estuvo en boga hace unos siglos: el estilitismo. El estilitismo, término que procede del griego 'stylos', columna, es una variante de ermitismo según la cual el ermitaño vive sobre una columna.

Quizá el estilita más célebre fue San Simeón (390-459), quien decidió trasladar su morada a lo alto de una columna hasta el final de sus días, 37 años después. Este hombre buscó primero la paz en un monasterio, pero debido a sus medidas exageradamente rigurosas de sacrificio (ayunos de cuarenta días, cilicio, etc.), le dieron puerta para que sus compañeros no imitasen su insana conducta. Posteriormente intentó encadenarse a una cueva en el desierto para buscar tranquilidad en su vida de oración y sacrificio, pero la constante visita de peregrinos impidió la consecución de sus objetivos. De modo que, finalmente, se subió a una columna.

La primera columna en la que vivió medía unos 3 metros, la segunda sería de 7, pero como la gente trataba de subirse a ella, se mudó a una de 17 metros. En lo alto de columna había una pequeña plataforma y una balaustrada para no caerse, pero Simeón no estaba protegido del sol, las tormentas, el viento o los manifestantes perroflautas.
 permaneció siempre de pie, teniendo graves enfermedades en las piernas. Ah, por cierto, prohibía a las mujeres acercarse a la columna, incluso a su propia madre. Salud mental, bon voyage.

Sin embargo, siguieron viniendo peregrinos a pedir consejo, resolver pleitos, etc. (a darle la brasa, vamos), pero Simeón practicaba esta labor gratuitamente.

En contra de lo que podáis creer, debido a la austeridad que el santo se exigía a si mismo, sus prédicas transmitían moderación y compasión, y estaban fuertemente marcadas por el sentido común y la huida del fanatismo. Éste viejo era de los que el lunes se ventila un cuesco y no lo huele hasta el sábado.

Para su muerte Simeón ya contaba con cientos de seguidores, y durante los siglos posteriores la práctica de los estilitas fue bastante popular, especialmente en el Oriente Bizantino. En Occidente tuvo poco éxito debido a la idiotización colectiva promulgada por Telecinco.

Una vez explicado el ejemplo de este pionero majadero, pasemos a la sabia reflexión de vuestro barbudo huesudo predilecto.

Desde que tengo uso de razón me he sentido al margen del resto de humanos, metafóricamente en una isla separada del continente. Con frecuencia me analizo para detectar mis hipotéticas malas conductas y enmendarlas, pues poseo una vasta autoexigencia, y me mortifico incluso por cuestiones leves e inocuas. Sin embargo, este antorcha de exigencia pierde fuerza cuando examino a los demás.

Paradigma del estilita moderno.

Con frecuencia trato de excusar las acciones indecentes de mis semejantes diciéndome que "no dan para más", que son seres "limitados". Pero no me parece justo que la exigencia moral deba de ser distinta para mí y para los demás, especialmente cuando yo soy tan estricto. Los más sabios recordaréis que esta espinosa cuestión se trata en la grandiosa película Dogville, ¡y vaya una forma de zanjar el problema!

Algunos dirán que soy soberbio o arrogante por considerarme moralmente superior, pero realmente mi "superioridad" se debe más a los deméritos ajenos que mis propios méritos. Vivo sobre una columna porque la gentuza que me rodea se hunde en el fango. No cometeré el imperdonable error de generalizar, pues me consta que muchas personas también viven en las alturas, ajenas a la barahúnda de los abismos.

Hay materiales para que todos puedan levantar su propia columna, pero para ello será necesario también un cambio de mentalidad.

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