viernes, 13 de febrero de 2015

Gánsteres de la Yihad

Timbuktu


El mauritano Abderrahmane Sissako (Bamako, La vida en la tierra) es uno de los pocos cineastas africanos con presencia internacional. Su última película, Timbuktu, formó parte de la Selección oficial de Cannes y es candidata al Oscar de Mejor película de habla no inglesa. El tema que aborda no puede estar más de actualidad.

Inspirada en hechos reales, relata cómo la ciudad maliense de Tombuctú fue tomada por los integristas musulmanes en 2012. Extranjeros en su mayoría, los yihadistas tratan de imponer la 'sharia' entre la sufrida población local.

La pacífica vida de los habitantes de Tombuctú se verá alterada.

El filme de Sissako no contiene un hilo argumental en torno a unos personajes determinados, sino que consta de un mosaico de situaciones: un tuareg que vive en a las afueras de la ciudad con su esposa y su hija, una pescadera a la que obligan a llevar guantes, unos jóvenes que cantan y bailan... Poco a poco se va viendo la reacción de toda esta gente a las absurdas imposiciones de los invasores: fumar, jugar al fútbol, escuchar música... Este modelo estructural corre el riesgo de dejar insatisfecho al espectador por no profundizar en los personajes, pero el resultado es bastante satisfactorio.

La historia es dura, pero huye de todo sensacionalismo. La elipsis nos ahorra muchas salvajadas, y por otra parte hay hasta momentos cómicos. La empatía con el espectador se consigue enseguida porque se habla de un 'yihadismo de andar por casa', no de mediáticos atentados terroristas. La atmósfera es opresiva y poco a poco se van sumando las pequeñas cosas hasta que el panorama se torna escalofriante.

La presencia de los fanáticos es cada vez más asfixiante.


El elenco y el guión dotan de realismo al conjunto, bien rodado y con un estilo visual hipnótico. En la memoria del espectador perduran escenas líricas y bellas como la de unos niños jugando al fútbol sin balón o la larga toma que abarca un pequeño lago a contraluz. La hermosa banda sonora, que combina temas locales con otros más orquestales, es otra de las sorpresas de Timbuktu.

Uno de los puntos más interesantes de la película es el retrato que hace de los yihadistas. Sissako muestra cómo estos seres humanos han llegado a ser lo que son, una banda de hipócritas y delincuentes encabezada por fundamentalistas. Frente a estos advenedizos que se sirven del poder para abusar de los demás, encontramos a una población civil caracterizada por la resistencia pacífica. Un imán que trata de mediar con los bárbaros representa al islam moderado, tolerante, aquél con el que se identifica el realizador mauritano.



El contraste entre ambas facciones es radical y está brillantemente reflejado en las secuencias en las que, ayudados por intérpretes lingüísticos, cada personaje expone su forma de pensar en su idioma propio.

Al final se puede extraer una protesta amarga y desesperada que carece de un destinatario particular. El fundamentalismo se extiende como un cáncer por África, y millones de personas no encuentran un lugar al que trasladarse para escapar de él.

Amena, veraz, técnicamente notable y necesaria, Timbuktu es una pequeña alhaja del cine africano. Expresa indignación desde lo sencillo, desde lo cotidiano, y pinta un lienzo de la vida bajo el régimen yihadista como no se había visto en el cine hasta ahora.


Puntuación: 7


T.O.: Le chagrin des oiseaux (Timbuktu) / Mauritania / 2014 / Dirección: Abderrahmane Sissako / Elenco: Abel Jafri, Ibrahim Ahmed, Hichem Yacoubi, Toulou Kiki, Fatoumata Diawara / Género: Drama / Duración: 100 minutos

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