miércoles, 12 de noviembre de 2014

La trascendencia de los detalles

Corre, Lola, corre


En el mundo empresarial, si no tienes mucho presupuesto y quieres obtener éxito debes apostar por una fórmula no convencional. Eso lo vemos muchas veces en el sector cinematográfico, donde las grandes producciones hollywoodienses eclipsan a multitud de pequeños filmes. La utilización de nuevos esquemas, de formas de entender el cine, es una de las bases de las llamadas 'películas de culto'. La alemana Corre, Lola, corre (1998) de Tom Tykwer (La princesa y el guerreroEl perfume: historia de un asesino) se integra en este exclusivo grupo.

Lola recibe la llamada de su angustiado novio Manni, quien debe entregar una gran suma de dinero a un mafioso dentro de veinte minutos. Manni acaba de perder la bolsa con el dinero en el metro, y se considera hombre muerto. El tiempo se agota, y Lola debe hallar una solución.

Como un sueño, las caminatas de Lola se repetirán hasta en tres ocasiones.


La cinta de Tykwer plantea tres posibles continuaciones a la historia a partir del momento en el que Lola cuelga el teléfono. Tres lapsos de en torno a veinte minutos cada uno en los que la desesperada protagonista se cruza con los mismos personajes. Su madre, una anciana cascarrabias, un hombre que sale en coche del garaje, un individuo en una bicicleta, su padre, cuatro sujeros que transportan una lámina de vidrio... La diferencia de unos pocos segundos fruto de casualidades determina cómo son estos encuentros, los cuales a su vez marcan el resultado final.

Corre, Lola, corre es un híbrido de pesadilla y videojuego, con elementos propios de ambos campos. Imágenes extravagantes como la de los transportistas de vidrio, un grupo de monjas o los desgarradores gritos de la protagonista envuelven al espectador con un aura de irrealidad. Es fácil relacionar la película con el concepto del 'game over', ya que el punto de partida se retoma en varias ocasiones. El ritmo frenético y el tiempo a contrarreloj son también rasgos en común con los videojuegos. Una Franka Potente con un llamativo cabello rojo aporta mucho dinamismo al conjunto con sus constantes carreras por la calle.

Una de las escenas animadas que entraña el filme de Tykwer.


Multitud de aspectos formales componen un aspecto impactante y atractivo. Nada más comenzar, las letras del título de la cinta lo forman masas humanas; los títulos de crédito finales, por su parte, se desplazan hacia arriba, en vez de hacia abajo. Por el camino nos topamos con dibujos animados, secuencias en blanco y negro o a velocidad lenta, constante movimiento de la cámara e incluso un atolondrado relato del futuro de aquellos personajes con los que se cruza Lola en forma de fotografías. Una banda sonora tecno encaja de forma coherente y redondea ese aire de vanguardia que históricamente ha mostrado el cine alemán.

El trabajo de montaje es excepcional, y la naturaleza trinitaria del largometraje conduce a tres finales distintos e impredecibles con sus respectivos momentos de tensión y clímax. El destino de los personajes secundarios también varía de una historia a otra, por lo que la atención del espectador no se pierde en ningún momento.




Corre, Lola, corre es un experimento cinematográfico singular y muy atractivo que ofrece adrenalina sin tregua. Como si de la ruleta de un casino se tratase, transmite que el devenir de los individuos está sujeto a la suma de detalles aparentemente sin importancia. Cine de culto en estado puro, la película es recomendable.


Puntuación: 7,5


T.O.: Lola rennt / Alemania / 1998 / Dirección: Tom Tykwer / Elenco: Franka Potente, Moritz Bleibtreu, Herbert Knaup, Nina Petri, Joachim Król / Género: Acción / Duración: 73 minutos

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