sábado, 29 de agosto de 2015

Buenas maneras VII: "No pretenderá que lo ate"

Hace miles y miles de años, los Anunnaki dieron con el planeta Tierra. Para satisfacer sus perversos intereses, instauraron la especie humana mediante la modificación genética en los primates. Desde entonces hasta ahora, hay un punto del comportamiento en el que parece no haber hecho mella la evolución.

Los niños, esos delincuentes que gozan de la mayor de las impunidades, siguen berreando como animales sin que nadie les ponga freno. Doquiera que vayas, doquiera que estés, siempre escucharás los hirientes chillidos de un niño malcriado. Sus padres, los responsables de haber traído al mundo semejante plaga, poseen la insólita habilidad de hacer oídos sordos al torrente de caos y destrucción que de sus bocas emana.

Escena desafortunadamente habitual.


En fin, el otro día fui a inaugurar Dinópolis, ya que nada se inaugura hasta que no lo visito yo personalmente. Lo mejor del parque, Sin lugar a dudas, lo mejor es el museo que alberga, donde podemos toparnos entre otras cosas excrementos fosilizados de dinosaurios. Atento estaba a las desganadas explicaciones de una guía cuando un infante diabólico emerge de la nada gritando y correteando de un lado para otro.

Los alaridos del desgraciado impedían escuchar a la guía, de modo que un caballero chistó ante la mirada de puro odio de la madre. "Es que si no se callan, no oímos", se defendió. "¿Qué pretende, que lo ate?", contestó con frialdad. ¡Hay que joderse! ¡Pues no es la madre de esa escoria la que se ofende!

Menos mal que estaba yo para poner las cosas en su sitio: "A mí me bastaría con que lo educase como a una persona, por muy hijo de perra que sea". Y de un cabezazo en su frente la dejé en coma. Que le sirva de lección cuando despierte, aunque una imbécil de esa categoría nunca despertará en el mejor de los sentidos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario