sábado, 3 de enero de 2015

El aparcamiento del amor

Si el pelo fuera importante, estaría dentro de la cabeza y no fuera. Eso dijo Eduardo Galeano, pero mira por dónde es calvo. El cabello es y ha sido siempre un elemento muy importante para el ser humano. Calvo quien lo niegue.

Símbolo de virilidad, fertilidad y buena salud en general, son muchos los relatos mitológicos en los que es protagonista. El de Sansón es insoslayable. También en multitud civilizaciones la longitud del pelo estaba relacionada con la posición social y el honor. Para los vikingos o los espartanos era una deshonra afeitarse las barbas. Los esclavos de todas las sociedades, por su parte, siempre han llevado el cabello corto. Algo parecido sucedía con las prostitutas, aficionadas a las pelucas.



Podríamos seguir hablando de colores y formas, pero no es ésa mi intención. Tan sólo he querido introducir al personaje de la anécdota de hoy, un peluquero. En las manos de estos profesionales están puestas las pelambreras de los ciudadanos, y sus orejas por añadidura. En sus bocas, las historias más truculentas e indiscretas.

El otro día asistí al talado de mis lustrosas trenzas, y sin comerlo y sin beberlo recibí un brillante discurso politemático. Atención a los extractos:

« Yo a los violadores les cortaba el rabo. Y ya está, así se acabaría el problema. Tú violas, pues a ti te cortan el rabo. »

« Hay mujeres que se dedican a eso, a la profesión más antigua del mundo. El otro día en el 'parking' del Mercadona se me acerca una rumana y me dice: "Por diez euros te lo hago todo" "No, gracias, ya voy bien servido" "Al menos dame el euro del carro" "Vale. ¿Y por un euro qué entra" »


Tendré que ir con grabadora en ocasiones sucesivas. La sesión no tiene desperdicio.

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