jueves, 9 de enero de 2014

La isla del fin del mundo

En la vastedad de la Tierra, pocos enclaves concentran tanto misterio como la Isla de Pascua.  Llamada Rapa Nui o Te pito o te henua ("ombligo del mundo") en el idioma local, es el lugar habitado más remoto del globo terráqueo. Se ubica a 3.800 kilómetros de Chile, y su superficie es de sólo 160 kilómetros cuadrados.

Diversos son los factores que han conformado el interés en la isla: una escritura propia que a día de hoy no se ha podido descifrar; una flora y una fauna paupérrimas en comparación con otras islas del Pacífico, verdaderos paraísos naturales; la presencia de tres volcanes extintos y la inexistencia de ríos.

Las famosas estatuas conocidas como moáis.


La historia de la Isla de Pascua recoge una importante lección, ya que advierte de los peligros de la explotación indiscriminada de los recursos y de la sobrepoblación.


Población de la isla 

La ínsula fue colonizada entre los siglos VI y X por una serie de audaces expediciones polinesias. La teoría de Thor Heyerdahl según la cual la Isla de Pascua fue poblada desde Sudamérica quedó rebatida al realizarse pruebas de ADN. La tradición oral rapanui (palabra que designa a los nativos pascuenses) explica que los primeros habitantes de esta remota tierra llegaron huyendo del hundimiento de un mítico continente denominado Hiva. Según esta fuente, Hotu Matu’a fue el primer rey.

A partir de entonces, el monarca y su descendencia reinaron en una isla dividida en dos confederaciones en las que convivían un total de diez clanes. La sociedad presentaba una separación por estamentos que distinguía entre las clases altas u 'Orejas Largas' y las clases bajas u 'Orejas Cortas'. Además, existía una marcada diferenciación gremial (escultores, pescadores, campesinos, constructores, guerreros, sacerdotes, etc.).

Las dimensiones de la isla son bastante reducidas.


La mayor parte de la población vivía en poblados del interior de la isla, mientras que el litoral albergaba diversos centros religiosos y ceremoniales. La actividad cultural de este periodo destaca por la construcción de moáis, las gigantescas esculturas de piedra que rendían culto a los ancestros.

Con el transcurso de los siglos, la población local se multiplicó hasta alcanzar la cifra de 15.000 habitantes. Entre los siglos XIII y XVI se produjo la edad de oro de la cultura rapanui, pero la sobrepoblación condujo a una grave crisis que se prolongaría hasta el siglo XVIII.


Crisis: hambre y guerra

El exceso de demografía se tradujo en la tala masiva de bosques para hacer espacio a los cultivos, utilizar el fuego, construir balsas para la pesca y la elaboración de los moáis. Consecuentemente, las posibilidades de practicar estas actividades empezaron a escasear. La sobreexplotación agrícola menguó el rendimiento de los campos, mientras que la caza y la pesca en la costa diezmó el número de peces y pájaros marítimos, agravándose así la crisis alimenticia.

Existen en torno a 1.000 moáis de diversas formas y tamaños.


La escasez de comida llevó a la revolución de las clases bajas, que exterminaron a todos los Orejas Largas y cesaron de producir moáis. También se produjo la independencia de los clanes, que competían entre sí por los recursos restantes. La población, que en 200 años descendió hasta los dos mil habitantes, se trasladó a las cuevas para poder defenderse e incluso practicó el canibalismo para sobrevivir.


La calma después de la tempestad

Después de que el número de nativos fuese diezmado, la paz llegó a la isla. Abandonada la costosa escultura de moáis, la cultura de este nuevo momento tenía como máximo exponente a la ceremonia del hombre-pájaro.

Este rito de frecuencia anual designaba al líder político y religioso. Cada tribu contaba con un representante que debía descender el acantilado del suroeste, nadar dos kilómetros hasta un islote, recoger un huevo de ave y regresar por el mismo camino. El primer participante que entregase un huevo intacto a su jefe, lo conertía en el monarca de toda Rapa Nui hasta la ceremonia del próximo año. En 1866 se designó al último rey rapanui mediante este procedimiento.

Tablilla rongo-rongo, una escritura indescifrable tras la muerte de los Orejas Largas.



El contacto con el exterior

Esta sociedad neolítica y aislada es la que se encontraron los exploradores europeos en siglos posteriores. En 1722, el holandés Jakob Roggeveen descubrió la ínsula al resto del mundo, bautizándola como Isla de Pascua por haberla encontrado el día de dicha fiesta. En 1770, la Corona española tomó posesión de la isla, renombrándola como “Isla de San Carlos” en honor al rey Carlos III. Su excelente ubicación estratégica la convirtió en un punto de recalada entre Sudamérica y Oceanía.

Pero el sufrimiento de los rapanui no acabó entonces, ni mucho menos. La deficiente nutrición de este pueblo los hizo muy vulnerables a las enfermedades que trajeron los europeos, y muchos enfermaron y murieron.

A mediados del siglo XIX, desde el Perú independiente se enviaron embarcaciones que raptaron a millar y medio de rapanui para que trabajasen como esclavos en haciendas del continente. Años más tarde, cuando la esclavitud quedó abolida en este territorio, se repatrió a la isla una docena de supervivientes, que paradójicamente iniciaron una epidemia de viruela y tuberculosis.

Los rapanui de la actualidad enfocan su actividad al turismo.


Las enfermedades y una expedición evangelizadora de 250 isleños a Tahití comandada por misioneros católicos dejó en 1877 el mínimo histórico de la población, con 110 personas.

A finales del siglo XIX, la isla pasó a ser incorporada a Chile, que la arrendó a una compañía ganadera autora de todo tipo de abusos y actos brutales. Esto motivó frecuentes revueltas de los nativos, que tenían prohibido hablar su lengua o desplazarse libremente por la isla. Hasta bien pasada la segunda mitad del siglo XX, los habitantes de Rapa Nui no alcanzaron la igualdad de derechos con el resto de chilenos.

Desde entonces, la población local ha ascendido a más de 4.000 habitantes y la actividad económica predominante es el turismo. La UNESCO declaró a la Isla de Pascua Patrimonio Mundial en 1995. Hoy es foco de interés de investigadores de toda clase.

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