lunes, 28 de abril de 2014

Hurgando en la herida

Astérix y Obélix: Al servicio de su majestad


La andadura cinematográfica en carne y hueso de Astérix y compañía comenzó en 1999 con una película bastante pasable y entretenida, Astérix y Obélix contra César. Desde entonces, la historieta de Goscinny y Uderzo ha ido siendo maltratada en otras tres adaptaciones cada cual más nociva que la anterior. La cumbre del despropósito se vivió en Astérix en los Juegos Olímpicos, un auténtico esperpento construido casi exclsuivamente a base de cameos. No hace mucho vio la luz la cuarta y quién sabe si última aventura de los irreductibles galos en su versión no animada, Astérix y Obélix: Al servicio de su majestad (2012).

Un poblado bretón resiste heroicamente el asedio de Julio César, lanzado a la conquista de Britania. Cuando las fuerzas de sus tropas empiezan a flaquear ante las fuerzas romanas, la reina envía un emisario a la aldea de Astérix para solicitar la ayuda de los galos. Pese a la animadversidad existente entre ambas tribus, Astérix y su inseparable Obélix deberán llevar un barril de poción mágica para socorrer a los bretones.

El carisma de Depardieu es de lo poco salvable.


La película viene a ser una comedia familiar de costumbres, una especie de Bienvenidos al Norte pero en la época romana. Bueno, romana con unos aberrantes anacronismos para retratar a los bretones, como puedan ser los sombreros de bombín, la indumentaria de la guardia real inglesa o una especie de Beatles que se asemejan más a los Jonas Brothers.

Escenarios de cartón piedra y armaduras de plástico enmarcan una pasmosa falta de gracia en la cinta dirigida por Laurent Tirard (El pequeño Nicolás). Ni los contrastes entre galos y bretones, ni los tópicos (el té, el rugby, el acento, la mala gastronomía...) provocan carcajadas más allá de alguna tímida sonrisa puntual.

Elementos de actualidad como un inmigrante irregular o una auditoría del Senado a César buscan la complicidad con el espectador. A esto también contribuyen guiños a películas como La naranja mecánica o 300. Pero, en cualquier caso, todo intento por agradar es fútil ante un guión pobre y sin alma. Los actores hacen lo que pueden, que no es mucho. Gérard Depardieu sigue siendo Obélix, Edouard Baer es el Astérix de turno y Cathérine Deneuve es la altiva reina bretona. Ellos y la mayoría del reparto están desaprovechados.



Gudúrix, un personaje pijo, rebelde y cobarde no sólo está de más, sino que incita a la ira y a la violencia extrema. Los guantazos (escasos, por cierto) y la simpleza de Obélix no bastan para salvar al conjunto del naufragio. No es posible que se entremezclen dos aventuras distintas, la de los bretones y la de los normandos, y el resultado sea tan pobre. El único y triste consuelo es que no se cae tan bajo como en Astérix en los Juegos Olímpicos.

Sin chispa de humor y ajena al espíritu del cómic, Al servicio de su majestad es una nueva prueba de que la de Astérix es una saga abocada al olvido. ¿Pero cómo demonios se puede pretender hacer una buena franquicia cinematográfica si cada vez hay un nuevo actor interpretando al protagonista? Quizá vaya siendo hora de poner fin a tanto desastre.


Puntuación: 4



T.O.: Astérix et Obélix: Au service de Sa Majesté / Francia / 2012 / Dirección: Laurent Tirard / Elenco: Gérard Depardieu, Edouard Baer, Fabrice Luchini, Cahterine Deneuve,  / Género: Comedia / Duración: 109 minutos

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