martes, 24 de julio de 2012

Buenas maneras IV: Aires de grandeza

Hermanos, habréis advertido mi inactividad en esta preciada gruta del saber, pero sabed que me hallo sumido en una espiral de violencia, drogas y telenovelas sudamericanas (no sé qué es peor, mamasita). Pero, de la misma forma que hay quien dice que la muerte de JFK fue un suicidio, yo sostengo un avión de papel en la mano a la espera de que sea impelido por el viento.

Desconcertante sonrisa maligna en una escena típica del ascensor.


Una vez aclarado este punto y coma, podemos pasar a tratar ya lo que realmente nos atormenta: las flatulencias. La guía de los buenos modales (ya disponible en tu quiosco) nos indica que rilarnos en presencia de otro ser humano es una descortesía. No pretendo desviarme de tan insigne tratado, sino simple y llanamente exponer ciertos puntos a tener en consideración.

En primer lugar, un cuesco es una mezcla de gases o bien ingeridos (¿nos metemos un chute de gas?) o bien producidos a partir de los alimentos, por las bacterias y por las levaduras simbióticas que viven en el tracto gastrointestinal, y por partículas aerosolizadas de sus excrementos. Es decir, que a no ser que seas un espíritu, un fantasma o un espantapájaros tu body va a generar flatulencias.

En tu mano (o en tu culo, más bien) está el rilarte a gusto o resistir como Numancia hasta las últimas consecuencias. Creo que fue Heráclito de Éfeso quien dijo aquello de "mejor fuera que dentro"; normal que el río no fuera el mismo cuando el señor salía de él, me figuro que estaría lleno de peces muertos flotando.



En segundo lugar, estaremos de acuerdo en que una ventosidad (como gustan de llamarla los miembros de las filarmónicas) es un fenómeno sorprendente. ¿Cómo es posible que asome un trueno del ojo del culo? Ésta es una pregunta que no pocos humanos se han hecho a lo largo de la historia. San Agustín ya mostraba su asombro ante tal acontecimiento: "Los hombres con tal comando de sus intestinos que puedan tirarse pedos continuamente a voluntad, de manera tal que produzcan el efecto de una canción".  Tampoco es que sonara como los Beach Boys a capella, pero el santo ya se lo imaginaba.

En cualquier caso, las posturas ante el cuesco son enfrentadas, desde los que lo consideran sospechoso de ser demoníaco como Dante hasta los que, sin rubor alguno como Quevedo, sostienen: "se ha de advertir que el pedo antes hace al trasero digno de laudatoria que indigno de ella".

En lugar tercero, y en relación con lo reseñado en los párrafos previos, la concepción de lo que es adecuado o inadecuado depende de las culturas. Curioso el dilema filosófico que he hallado, por cierto.

El aire de Japón parece ser irrespirable, y no precisamente por lo de Fukushima.


Como no sé muy bien lo que estoy escribiendo debido a la inhalación peligrosa de gases, trataré de ir acabando ya. Eso si logro despejar la cortina de humo para encontrar el ordenador. Cof, cof, cof. Bien, sigamos.

¿Supone una grosería chanarse en presencia de otro humano ser? ABSOLUTAMENTE SÍ. Ya sé que conociendo el color de mis cejas creíais que iba a defender el estado gaseoso, pero ni siquiera Weinor, coprófago por excelencia, es capaz de apoyar tan abyecto crimen. De modo que, ciudadanos de Roma, si tenéis algún tipo de problema con el control de vuestros aires impuros, instalaos una válvula.

No quisiera que sucediese como con los dinosaurios, cuyos cuescos aceleraron el cambio climático con fúnebres consecuencias.

2 comentarios:

  1. Tesoro, me dirijo a ti con mi alma hecha pedazos ante tu promesa incumplida, pero a través de éste post tuyo que he elegido por la redacción pedante y la imagen flatulenta. Grande soy, y magnánimo moriré, por tal fama voy a darte una última flatulenta oportunidad para que albergues a lo largo de la mañana un post nuevo dirigido a calmar mis ansias de superarme.

    Te llevo en mi cognición.

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  2. Estreñido Doctor Fraude, jamás pases por alto que el veterano Weinor es una caja de sorpresas. El otro día, sin ir más lejos, una bruja creyó que yo padecía síndrome de Down. Estáte atento a las novedades.

    Ya decía yo que olía a cuesco.

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