viernes, 28 de mayo de 2010

El elixir del mal

Hermanos, hoy el reverendo Weinor ha venido a desfogarse contra esas infamias líquidas enlatadas que nos intentan vender como refrescos. Durante un par de semanas he estado catando los distintos elixires que oferta el mercado y experimentando con mi cuerpo los efectos (y así me ha ido).

Aunque me declaro consumidor habitual de Coca Cola, mi espíritu me pide despotricar contra todas esas empresas que embotellan agua del váter con toques flatulentos para venderlos como lágrimas de santo. A continuación enumeraré las distintas bazofias que mi físico ha padecido estas últimas jornadas:

-Coca Cola Light: esta variante luminosa de la Coca Cola decente presume de no contener azúcar, pero su lugar aparece usurpado por dos o tres extrañas sustancias (de esas que van con números y todo, acidulantes las llaman). Creo yo que es preferible tomar algo que ya sabes lo que es a tomar una serie de porquerías químicas de las que nunca has oído hablar. De todos modos, el sabor se caracteriza por ser "menos sabroso" (ayúdame, Frasier) que el de la Coca Cola normal.

-Coca Cola Zero: otra variante del elixir supremo, esta vez utilizando otros cuescos de laboratorio. Su sabor viene a ser el de una Coca Cola a la que le sustraes su exótico "picor". Recuerdo el anuncio en el que decían que sabía igual, y me permito afirmar que es uno de los más fraudulentos de la última década.

-Pepsi: la Putsi es un malogrado plagio del elixir, que se basa en el principio de su fundador masón: "Si no sabes el ingrediente secreto, pon medio kilogramo de azúcar en cada lata". Y claro, así va el mundo. Beber este mejunje negruzco es como pasar de Nightwish al zurullo con alas que es Evanescence.



-Nestea: nos lo venden como té helado, y ciertamente da el pego. No es vomitivo, pero tampoco es la pera limonera, y esa es la misma sensación que tengo con el té. Pero claro, para líquidos sin personalidad ya está el agua, qué diantre.

-Sprite: demonios, esto sí que fue un timo. Dicen que sabe a limón y que no contiene cafeína, cuando en realidad nos ocultan que es zumo de limón pasado por las probetas de algún demente bigotudo con bata blanca. No recomendable para menores de 300 años (barra libre para Matusalén).

-Schweppes: definitavamente, es la cagada que ha puesto fin al experimento. Auténtica diarrea en lata. Vomitivo. Qué asco. ¿Pero esto qué es, meao? Ciertamente he de explayarme más en este producto porque es el que más me ha impresionado.

Ayer por la mañana decidí ingerir la lata de 33 cl de Schweppes que tenía en la nevera. No sabía exactamente lo que era un tónica, pero creo que ahora ya lo comprendo bien: es una especie de jarabe con burbujas apoyado por una poderosa campaña de ventas. Pero bueno, ciñámonos a los hechos. El caso es que antes de abrir la caja de Pandora miro su amarillo y llamativo envoltorio, en el que aparece la palabra "Indian" en grandes caracteres. Ahí ya pensé: "Uy, ya vamos mal, si la comida india ya es una mierda, la bebida no será menos" (luego descubrí que la empresa es suiza). Además, en la letra pequeña decía "Contiene quinina". Para un tipo erudito como yo, esto sólo sugería que algún demente que trabajaba en una compañía farmacéutica le dio por mezclar güisqui con salfumán.

Pero bueno, el caso es que al final vertí el contenido de la lata en un vaso, y contemplé la viva estampa de la típica medicina que se deshace en el agua. Acerqué mis narices al carbonatado líquido, y no percibí nada bueno. Tras unos momentos de vacilación, emprendí la arriesgada empresa de dar a conocer al gusto lo que la vista y el olfato ya desaprobaban. Y no pudo ser peor. Ahora entiendo el énfasis que se ponía en el envoltorio sobre el año 1783. Debía ser el año en que rellenaron la lata que tenía ante mis ojos, porque las sacudidas que fustigaron a mis células sólo las siento cuando algo no marcha adecuadamente. Sin pensármelo dos veces, corrí como koala en busca de bambú hacia el cuarto de baño. Allí, entre las cuatro paredes más sagradas de cualquier casa, derramé el aborrecible brebaje del vaso y de la lata (sólo ingerí un trago) en mi trono. El ruidito malévolo similar al del ácido que provocó el contacto del H2O del váter con el pútrido Schweppes me confirmó que no era yo el único en rechazar su sabor.

Más tarde reparé en los anuncios de este líquido infernal, y no pude hacer menos que sacar la espada vikinga de debajo del colchón y segar margaritas en el parque más próxiimo. Cada vez que vea al Doctor Cojo decir que "un toque amargo es sexy", me tendré que reprimir para contestarle al televisor al modo de los cavernícolas que ven Telecirco. Y no es el único que ha dado su imagen para la difusión de esta porquería. En la imagen siguiente vemos a la otrora protagonista de Dogville (la película predilecta del camarada Weinor) al lado de unas palabras que yo he traducido por "sabor agrio", aunque no sé si eso es francés, latín o merovingio moderno.



Finalizo esta heroica diatriba contra las pérfidas empresas de bebidas refrescantes brindando con mi vaso de Coca Cola. Y es que, al final del experimento, he retornado a mis orígenes, a mi esencia. Kippis!

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