jueves, 11 de febrero de 2010

Incompetencia total

Según parece, la Sanidad en nuestro país es la antesala del Infierno. No lo digo porque, evidentemente, mucha gente la diña en un hospital (que no me extraña), sino por la tremenda incompetencia que se observa en los llamados "Centros de Salud".

Ayer tuve la ocasión de supervisar la actividad en un hospital, acompañando a una persona enferma cuya identidad no revelaré. Hay que precisar que el hospital no era público, así que supongo que deberían habernos mimado como a emperadores. Vana y errónea suposición, me temo.

Cuando llegas al mostrador, ya se encargan de dirigirte al quinto pino, también llamado Urgencias, donde una retrasada mental te sonsaca la información de tus males y te da un numerito en consecuencia. Se ve que calibran la gravedad de tu estado, porque no es normal que yo estuviera dos horas sentado en esa mierda de sillitas de plástico que tienen para acoger a los gilipollas que están malitos. Cuando ves que todo el mundo es llamado antes que tú, incluso los que han llegado después, sospechas que alguna suerte de discriminación existe.



Lo gracioso es que al lado de la ventanilla de "Admisión" hay un folio pegado con celo que advierte de las represalias que puede tomar el personal médico si lo amenazas verbal o físicamente. Tras la larga espera, empiezas a albergar deseos de estrangular a alguien con bata.

Cuando por fin pronuncian tu nombre (¿entonces para qué carajo me dieron el número?), te envían a una médica que no es de la especialidad que debería, con lo que se hace una gran confusión. ¿Para qué le dedican una palabra tan larga, otorrinolarongólogo, a alguien tan inútil? Supongo que ése es uno de los grandes misterios de la vida. Y encima, esta sublime profesional de la medicina te trata como a los presos de los Gulag: a gritos y con prisas. Y ni se te ocurra pedir un poco de respeto, porque entonces se pondrá como una jodida cafetera. También resulta curioso comprobar que no entiende ni una pizca de mecanografía, ya que escribe a golpes con un dedo de cada mano, a un ritmo que recuerda al de Luca Badoer.

En fin, que a estas alturas lo de decapitar a algún que otro médico ya no te parece una barbaridad, y ni siquiera te parece divertido: es necesario. Y es que no es una simple percepción personal. Los informes europeos se dedican, año tras año, a fustigar la Sanidad española con saña, especialmente en lo referente al campo de los derechos de los pacientes. Las largas esperas, la mala atención y lo hijos de puta que son algunos tipos con bata son las causas principales de esta situación.

Finalizo con unos cuantos ejemplos de las típicas sesiones en el hospital:

El médico, tras un reconocimiento, le dice al paciente gravemente contrariado:
- Bueno, señor López, ya le he dicho lo que pienso, pero si quiere otra opinión, le doy cita para mañana a la misma hora.

El médico después de examinar al paciente le dice:
- No se preocupe más, cualquiera que sea su enfermedad lo sabremos en la autopsia.

El doctor le dice al paciente:
- Es inevitable, tengo que operarlo.
- ¿Cuánto me costará?
- Un millón y medio.
- ¡Qué barbaridad, con eso me podría comprar un coche!
- Eso es precisamente lo que voy a hacer yo.

El paciente al otorrinoralingólogo:
- Doctor, siento en el oído unos zumbidos imprecisos y unos golpes confusos.
- Póngase estas gotas y vuelva la próxima semana a la consulta.
Al cabo de una semana:
- ¿Cómo se siente?- pregunta el doctor.
- Muy bien, doctor. Ahora oigo los zumbidos y los golpes mucho mejor.

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